viernes, 28 de noviembre de 2008

Mi sustituto (un poema de Saiz de Marco)

Si me hubieran concebido un segundo antes
o un segundo después
entonces no sería
yo.


¿Cómo se habrían juntado aquellos cromosomas?
¿A qué combinación habrían dado lugar?
¿Quién sería el resultado del teórico sorteo?


¿Cómo sería el no-yó
no engendrado
no creado
un segundo antes
o después de
mí?

jueves, 27 de noviembre de 2008

LA MUERTE DE LA ABUELA (De “En busca del tiempo perdido”, por Marcel Proust)

Sabía que podría esperar horas y horas, que nunca más estaría junto a mí, y no hacía más que descubrirla porque, sintiéndola por primera vez viva, verdadera, dilatándome el corazón hasta romperlo, encontrándola en fin, acababa de saber que la había perdido para siempre. Perdido para siempre; no podía comprender, y me esforzaba por sentir el dolor de esta contradicción: por una parte una existencia, una ternura que sobrevivían en mí tales como las había vivido, es decir, hechas para mí, un amor en el que todo encontraba de tal modo en mí su complemento, su meta, su constante dirección que el genio de los grandes hombres, todos los genios que habían podido existir desde los albores del mundo, no hubieran valido para mi abuela lo que uno solo de mis defectos; y por otra parte, tan pronto como reviví como presente aquella felicidad, sentirla transida de certidumbre, lanzándose como un dolor físico de repetición, de un no ser que había borrado mi imagen de aquella ternura, que había destruido aquella existencia, abolido retrospectivamente nuestra mutua predestinación, que había hecho de mi abuela, cuando volví a encontrarla como en un espejo, una simple extraña que por azar pasó unos años junto a mí, como hubiera podido pasarlos junto a cualquier otro, mas para quien, antes y después, yo no era nada, no sería nada.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

¿Qué posee quien ama? (por Fernando Pessoa)

Amar es poseer. ¿Y qué posee quien ama? ¿El cuerpo? Para poseerlo sería necesario hacer nuestra su materia, comerlo, incluirlo en nosotros... Y esa imposibilidad sería temporal, porque nuestro propio cuerpo pasa y se transforma, porque nosotros no poseemos nuestro cuerpo (poseemos tan sólo la sensación de él), y porque, una vez poseído ese cuerpo amado, se volvería nuestro, dejaría de ser otro, y el amor, por eso, con la desaparición del otro ser, desaparecería... La más feroz y dominadora posesión de un cuerpo, ¿qué posee de él? Ni el cuerpo, ni el alma, ni siquiera la belleza. La posesión de un cuerpo hermoso no abraza a la belleza, abraza a la carne celular y grasienta; el beso no toca la belleza de la boca, sino la carne húmeda de los labios perecederos con mucosas; la propia cópula es sólo un contacto,
un contacto restregado y cercano, pero no una penetración real, ni siquiera de un cuerpo en otro... ¿Qué poseemos?

viernes, 21 de noviembre de 2008

Que soy naturaleza (un poema de Lorca)

¡Ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida!
¡silencio sin confín, lirio maduro!
Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo,
¡que soy amor, que soy naturaleza!

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Vivir / Morir (por Fernando Pessoa)

Vivir y morir son la misma cosa. Pero vivir es pertenecer a otro desde fuera, y morir es pertenecer a otro desde dentro. Las dos cosas se asemejan, pero la vida es el lado de afuera de la muerte. Por eso la vida es la vida y la muerte la muerte, pues el lado de afuera es siempre más verdadero que el lado de adentro, tanto es así que el lado de afuera es el que se ve.

"Cuando ella venga a verme" (un poema de Saiz de Marco)

Cuando ella venga a verme quisiera estar despierto. Poder oír sus pasos, sentir cómo se acerca.

Cuando llegue a mi lado, me gustaría decirle:

Pero yo te conozco: ya estuve antes en ti. Fue antes de haber nacido. Yo sé lo que es ser nada. Yo sé lo que es no ser.

Y también le diría:

No sé si te anticipas. No sé si te retrasas.

De un lado, estoy cansado. Se me hace largo esto: las heridas, las pérdidas, el desgaste, el sudor…

De otro lado, querría disponer de más vida. Devorar otros libros, aprender otras lenguas, andar otros caminos, subir otras montañas… Tal vez sean demasiadas las cosas que me gustan. Todas juntas no caben en unas cuantas décadas (aunque es verdad que de eso tú no tienes la culpa).

Y además está el hecho de tener que irme así: Se hace raro pensar que aquí seguirán otros: respirando, riendo, sufriendo, despertándose en aquellas mañanas que no conoceré.

Mandas que te acompañe y te da igual que lo haga dejando cabos sueltos. (Aunque, si permitieras que ahora anude estos hilos, me dejaría otras cuerdas abiertas, desatadas…)

Está bien, muerte, vamos. Condúceme a la Nada. Anhelo, en cierto modo, reencontrarme con ella.


Cuando la vea de frente me gustará acercarme, sentarme en su regazo, descansar de ser alguien.

Tal vez entonces ella me abrace como a un hijo. (¿No fue acaso la Nada quien nos engendró un día?)

Yo confío en que la Nada -en su corazón hueco, inmaterial, vacío-… sí, yo espero que la Nada, en el fondo, nos ame.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Un yo postizo (por Fernando Pessoa)

No sé quien soy, qué alma tengo.

Cuando hablo con sinceridad, no sé con qué sinceridad hablo. Soy variadamente otro que un yo que no sé si existe (si es esos otros).

Siento creencias que no tengo. Me arroban ansias que repudio. Mi perpetua atención sobre mí perpetuamente me denuncia traiciones del alma a un carácter que quizás no tenga, ni ella cree que tengo.

Me siento múltiple. Soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que dislocan reflejos falsos, una única anterior realidad que no está en ninguno y está en todos. Como el panteísta se siente árbol, y hasta su flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas, en mí, incompletamente, como si mi ser participase de todos los hombres, incompletamente en cada uno, mediante una suma de no-yos sintetizados en un yo postizo.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Salgamos de una vez (Un poema de Carlos Marzal)

Vamos a volar pájaros,
salgamos de una vez.
Hay demasiado adentro en este día,
y adentro es fealdad,
adentro es húmedo.

Vayámonos a azules, a intemperies,
cúmulos de algodón,
las musarañas
de estarnos en las nubes,
por sus cerros.

Doctoremos la vista en lo que corre.

Marchémonos a nidos,
nos espera
nuestra felicidad, arborescente.
Basta con arrullarla entre las manos,
y sentirla latir
–es una alondra–,
para que exulte, viva,
y que exultemos.

Vayámonos a piedras,
a ese lago que aguarda pensativo,
y quebremos sin más
sus turbias aguas lúgubres.
Delincamos,
contra toda esa luz que nos delata,
ahora que nos queremos sigilosos.

Descamisemos
a nuestro más vestido;
descorbatémoslo de tanto nudo
como lo tiene ahogado, con el aire
que todo lo enrarece, en la garganta.
Que aprenda a respirar en lo que fluye.
Cierra ese libro abstracto,
y sal a comprender lo que has leído.

Pongámonos a carne pasajera,
vámonos a mirones.
¿Quién sabe qué sentido es el del verde
con que nos quiere verdes el deseo?
A ver qué levantamos,
con un poco de suerte, hasta la boca,
con un poco de arrojo, hasta la muerte.

¿Estamos a gozar,
o estamos secos
de toda sequedad, sin una gota?

¿Estamos a vivir
o es que no estamos?

jueves, 13 de noviembre de 2008

Invictus (un poema de W. E. Henley)

Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su abismo insondable,
doy las gracias a los dioses, sean quienes sean,
por mi alma inconquistable.
Caído en las garras de las circunstancias
nadie me ha visto llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me halla, y me hallará, sin miedo.
No importa lo estrecho que sea el camino,
lo cargada de castigo que esté la sentencia.
Soy el dueño de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

martes, 11 de noviembre de 2008

Un contrato sensual (por Fernando Pessoa)

Veo aquella mesa. Lo que veo, ante todo, (…) es una cosa de determinada forma, de determinado color, etc. Eso es lo que corresponde a la lejana hereditariedad de los sentidos, pues es lo que ven, exactamente igual que yo con pequeñísimas diferencias dependientes de la estructura personal del órgano de los sentidos, los demás hombres…

Veo, después (…), una mesa, lo que sólo puede “ver” quien haya vivido en un lugar, o en una civilización, en donde existan mesas, cosas de una determinada forma a las que llaman “mesas”. Ésta es la visión nacida de mi hereditariedad próxima: próxima, claro está, en relación con lo que la otra tiene de lejana.

Y veo, finalmente, una mesa que está asociada en mi espíritu a variadas cosas.

Veo todo esto, estos tres elementos de prejuicios con la misma visión, con el mismo golpe de vista, consustanciados, unos. Ahora bien, el defecto central de la inteligencia científica es creer en la realidad objetiva de este triple prejuicio…

La realidad es una convención orgánica, un contrato sensual entre todos los entes con sentidos.

(…) La verdad o media verdad subjetiva tiene su utilidad, una utilidad, por así decirlo, social: es lo que es común a todos nosotros, y, por lo tanto, para todos nosotros, en relación los unos con los otros, es como si fuese la realidad absoluta.

Poemas tristes (por Saiz de Marco)

Todos los que escriben poemas tristes
(yo por ejemplo)
como si no les gustara la vida,
como si sólo hallaran melancolía y tristeza…
mienten
(mentimos).
En realidad disfrutan
(disfrutamos)
con escribir:
de la vida gozamos escribiendo.
Otro disfrute.
De modo que no son
(somos)
tan tristes, tan sufridores:
no se puede escribir si no se vive.
Luego en el fondo celebran
(celebramos)
estar vivos.
Con lo cual, nadie debe
tomar en serio los suspiros
de esos farsantes.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Saudades

(Por Fernando Pessoa.)

Saudades. Las tengo hasta de lo que nada tuvo que ver conmigo, por una angustia de fuga del tiempo... Caras que veía habitualmente en mis calles de siempre, si dejo de verlas me entristezo. Y no significaron nada para mí, salvo el ser el símbolo de la vida entera... Mañana yo también desapareceré de la Rua da Prata, de la Rua dos Douradores, de la Rua dos Fanqueiros. Mañana también yo -el alma que siente y piensa, el universo que soy para mí mismo-, mañana, sí, yo también seré el que dejó de pasar por estas calles, aquél a quien otros evocarán con un "¿qué habrá sido de él?". Y todo cuanto hago, todo cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeúnte de menos en la cotidianidad de las calles de una ciudad cualquiera.

domingo, 9 de noviembre de 2008

El yo que yo era entonces

(De "El tiempo recobrado", de Marcel Proust)


Una cosa que hemos mirado en otro tiempo, si volvemos a verla, nos devuelve, con la mirada que pusimos en ella, todas las imágenes que entonces la llenaban. Y es que las cosas –un libro bajo su cubierta roja, como los demás-, en cuanto las percibimos pasan a ser en nosotros algo inmaterial, de la misma naturaleza que todas nuestras preocupaciones o nuestras sensaciones de aquel tiempo, y se mezclan indisolublemente con ellas. Un nombre leído antaño en un libro contiene entre sus sílabas el viento rápido y el sol brillante que hacía cuando lo leíamos… Coleccionaría de las novelas las encuadernaciones de antaño, las del tiempo en que leí mis primeras novelas… Como el vestido con que vimos por primera vez a una mujer, me ayudarían a encontrar de nuevo el amor que tenía entonces, la belleza a la que superpuse tantas imágenes cada vez menos amadas, para poder recobrar la primera, yo que no soy el yo que la vio y que debo ceder el sitio al yo que era entonces si ese yo evoca la cosa que conoció y que mi yo de hoy no conoce.

¿Quién soy yo ahora?

(De un poema de Saiz de Marco)


Las fotos de mi padre cuando era niño.
Las fotos de mi madre cuando era niña.
¿Quién soy yo ahora? ¿Vuestro padre, vuestro abuelo?
-Venid conmigo, niños: voy a contaros
mi cuento.

sábado, 8 de noviembre de 2008

sobrecogedor Fernando Pessoa

No: no quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.
¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.
¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Sáquenme de aquí la metafísica!
No me pregonen sistemas completos, no me alineen
conquistas
de las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las
ciencias!)
de las ciencias, de las artes, de la civilización
moderna.
¿Qué mal hice a los dioses todos?
¡Si tienen la verdad, guárdenla!
Soy técnico, pero tengo técnica sólo dentro de la
técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho a serlo.
Con todo el derecho a serlo, ¿oyeron?
¡No me importunen, por amor de Dios!
¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, lo contrario de
cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les haría a todos su voluntad,
¡así, como soy, tengan paciencia!
Vayan al diablo sin mí,
¿para qué tenemos que ir juntos?
¡No me tomen del brazo!
No me gusta que me tomen del brazo. Quiero ser solo.
¡Ya dije que soy solo!
¡Ah, qué inoportunidad querer que yo tenga compañía!
¡Oh, cielo azul –el mismo de mi infancia-,
eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh sedoso Tajo ancestral y mudo,
pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh, dolor revisitado, Lisboa de otrora de hoy!
Nada me dais, nada me sacáis, nada sois que yo me
sienta.
¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca tardo…
¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio quiero estar
solo!

Si te quieres matar, ¿por qué no te quieres matar?
¡Ah, aprovecha! Que yo, que tanto amo la muerte y la vida,
si osase matarme, también me mataría...
¡Ah, si osas hacerlo, osa!
¿De qué te sirve el cuadro sucesivo de las imágenes externas
a las que llamamos mundo?
¿La cinematografía de las horas representadas por actores de convenciones
y poses determinadas, el circo polícromo de nuestro dinamismo sin fin?
¿De qué te sirve tu mundo interior que desconoces?
Tal vez, matándote, lo conozcas finalmente...
Y de cualquier forma, si te cansa el ser, ¡Ah, cánsate noblemente,
y no cantes, como yo, la vida, por ebriedad, no saludes como yo la muerte en literatura!
¿Haces falta? Oh, sombra fútil llamada gente!
Nadie hace falta; no haces falta a nadie...
sin ti, correrá todo sin ti.
Tal vez sea peor para todos tu existir que el que te mates...
Tal vez peses más durando, que dejando de durar...
¿El dolor de los otros?...
¿Tienes remordimiento adelantado de que te lloren?
Descansa: poco te llorarán.
El impulso vital apaga las lágrimas poco a poco,
cuando no son por cosas nuestras,
cuando son por lo que les sucede a los otros, sobre todo la muerte,
porque es la cosa después de la cual nada sucede a los otros...
Primero es la angustia, la sorpresa de la venida del misterio y de la falta de tu vida hablada.
Después es el horror del féretro visible y material,
y los hombres de negro que ejercen la profesión de estar allí.
Después la familia para velar,
inconsolable y contando anécdotas lamentando la pena de que hayas muerto,
y tú, mera causa ocasional de aquella lamentación,
tú verdaderamente muerto, mucho más de lo que calculas...
Mucho más muerto aquí de lo que calculas aunque estés mucho más vivo más allá...
Después la trágica retirada para la sepultura o la fosa,
y después el principio de la muerte de tu memoria.
Hay primero en todos un alivio de la tragedia un poco inoportuna de que hayas muerto...
Después la conversación se aligera cotidianamente, y la vida de todos los días retorna su día...
Después, lentamente olvidaste.
Sólo eres recordado en dos fechas anualmente:
cuando hace años que naciste, cuando hace años que moriste.
Nada más, nada más,
absolutamente nada más.
Dos veces en el año piensan en ti.
Dos veces en el año suspiran por ti los que te amaron,
y una u otra vez suspiran si acaso se habla de ti.
Encárate en frío, y encara en frío lo que somos...
Si quieres matarte, mátate.
¡No tengas escrúpulos morales, recelos de inteligencia!
¿Qué escrúpulos o recelos tiene la mecánica de la vida?
¿Qué escrúpulos químicos tiene el impulso que genera las savias,
y la circulación de la sangre, y el amor?
¿Qué memoria de los otros tiene el ritmo alegre de la vida?
Ah, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre.
¿No ves que no tienes absolutamente ninguna importancia?
Eres importante para ti, porque es a ti que te sientes.
Eres todo para ti, porque para ti eres el universo,
y el propio universo y los otros satélites de tu subjetividad objetiva.
Eres importante para ti porque sólo tú eres importante para ti.
Y si eres así, oh mito, ¿no serán los otros así?
¿Tienes, como Hamlet, el pavor a lo desconocido?,
pero, ¿qué es lo conocido? ¿qué es lo que tú conoces, para que llames desconocido
a cualquier cosa en especial?
¿Tienes, como Falstaff, el amor aceitoso de la vida?
Si así la amas materialmente, ámala todavía más materialmente,
¡tórnate parte carnal de la tierra y de las cosas!
Dispérsate, sistema fisicoquímico de células nocturnamente conscientes por la nocturna
conciencia de la inconsciencia de los cuerpos,
por la gran manta no-cubre-nada de las apariencias,
por el césped y la hierba de la proliferación de los seres,
por la neblina atómica de las cosas, por las paredes remolineantes del vacío dinámico del mundo.

En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches,
en la noche de insomnio, sustancia natural de todas
mis noches,
recuerdo, velando en modorra incómoda,
recuerdo lo que hice y lo que podía haber hecho en
la vida.
Recuerdo, y una angustia
se dispersa por mí todo como un frío del cuerpo o
un miedo.
Lo irreparable de mi pasado, ¡ése es el cadáver!
Todos los muertos puede ser que sean vivos en otra parte.
Todos mis propios momentos pasados puede ser que
existan en algún lugar,
en la ilusión del espacio y del tiempo,
en la falsedad de transcurrir.
Pero lo que yo no fui, lo que yo no hice, lo que ni
siquiera soñé;
lo que sólo ahora veo que debería haber sido,
eso está muerto más allá de todos los Dioses,
eso –y fue finalmente lo mejor de mí- ni los Dioses
hacen vivir…
Si en cierta altura
hubiese girado para la izquierda en vez de para la
derecha;
Si en cierto momento
hubiese dicho sí en vez de no, o no en vez de sí;
si en cierta conversación
hubiese tenido las frases que sólo ahora, en la
somnolencia elaboro,
si todo eso hubiese sido así,
sería otro hoy, y tal vez el universo el universo entero
sería insensiblemente llevado a ser otro también.
Pero no giré para el lado irreparablemente perdido,
no giré ni pensé en girar, y sólo ahora lo percibo;
pero no dije no o no dije sí, y sólo ahora veo lo que no dije;
pero las frases que faltaron decir en ese momento
me surgen todas,
claras, inevitables, naturales.
La conversación cerrada concluyentemente,
la materia toda resuelta…
Pero sólo ahora lo que nunca fue, ni será para atrás,
me duele.
Lo que frustré de veras no tiene ninguna esperanza
en ningún sistema metafísico.
Puede ser que para otro mundo yo pueda llevar lo
que soñé,
pero ¿podré llevar para otro mundo lo que me olvidé
de soñar?
Ésos sí, los sueños por haber, que son el cadáver.
Lo entierro en mi corazón para siempre, para todo
el tiempo, para todos los universos.

Todo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mi alegría
es tan dolorosa como mi dolor.
Quién me diera ser un niño poniendo barcos de papel
en un estanque de la quinta, con un dosel rústico de
redes de parral poniendo ajedreces de luz y sombra
verde en los reflejos sombríos de la poca agua.
Entre la vida y yo hay un vidrio tenue. Por más nítidamente
que yo vea y comprenda la vida, no la puedo tocar.
¿Razonar mi tristeza? ¿Para qué, si el raciocinio es
un esfuerzo? Y quien está triste no puede esforzarse.
Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la
vida de los que yo tanto querría abdicar. Abdicar es
un esfuerzo, y yo no poseo el alma con que esforzarme.
¡Cuántas veces me aflige no ser el accionador de aquel
coche, el conductor de aquel tren! ¡Cualquier banal Otro
supuesto cuya vida, por no ser mía, deliciosamente me
penetra para que yo la quiera y se me finge ajena!
Yo no tendría el horror a la vida como a una Cosa.
La noción de la vida como un Todo no me aplastaría
los hombros del pensamiento.
Mis sueños son un refugio estúpido, como un
paraguas contra un rayo.
Soy tan inerte, tan pobrecito, tan falto de gestos y de
actos.
Por más que por mí me interne, todos los atajos de
mi sueño van a dar a claridades de angustia.
Incluso yo, el que sueña tanto, tengo intervalos en los
que el sueño me huye. Entonces las cosas me parecen
nítidas. Se desvanece la neblina en la que me cerco.
Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma.
Todas las durezas miradas me duele saberlas durezas.
Todos los pesos visibles de objetos me pesan por
dentro del alma.
La (mi) vida es como si me golpeasen con ella.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Inmóviles calaveras de caballo (un poema de Lorca)

Me he perdido muchas veces por el mar
con el oído lleno de flores recién cortadas,
con la lengua llena de amor y de agonía.
Muchas veces me he perdido por el mar
como me pierdo en el corazón de algunos niños.

No hay noche que, al dar un beso,
no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro
ni hay nadie que, al tocar un recién nacido,
olvide las inmóviles calaveras de caballo.

Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.

Como me pierdo en el corazón de algunos niños
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Cerebrito

De "El Misterio del Solitario", de J. Gaarder.


Si nuestro cerebro fuera tan sencillo como para poder entenderlo, seríamos tan tontos que, de todos modos, no lo podríamos entender... Porque hay cerebros mucho más simples que el nuestro. Por ejemplo, podemos, al menos hasta cierto punto, entender cómo funciona el cerebro de una lombriz. Pero la lombriz no puede. Para eso, su cerebro es demasiado simple.

Soy vertical (por Sylvia Plath)

Soy vertical.
Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor materno
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.
Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,
los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que cuando estoy durmiendo
me debo parecer a ellos a la perfección,
oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,
y así seré útil cuando al fin me tienda:
entonces los árboles podrán tocarme por una vez,
y las flores tendrán tiempo para mí.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un fragmento de Gaarder

Impregnados de tiempo

No existe ningún escondite para el tiempo. Podemos escondernos de reyes y emperadores... pero no podemos escondernos del tiempo. El tiempo nos ve en todas partes, porque todo lo que nos rodea está impregnado de ese inquieto elemento... El tiempo... echa por tierra grandes civilizaciones, corroe antiguos monumentos y devora generación tras generación de seres humanos. Por eso se dice eso de "diente del tiempo". Porque el tiempo mastica y mastica, y es a nosotros a quienes tiene atrapados entre sus mandíbulas.

Del Libro del Desasosiego, de Fernando Pessoa

El ayudante de la oficina se ha marchado.

Cada cosa que fue nuestra, aunque sólo fuera por los accidentes de la convivencia o de la vida, por haber sido nuestra se convierte en nosotros. Así, el que hoy se fue a una tierra gallega que desconozco, no fue, para mí, el ayudante de la oficina: fue una parte vital, por visual y humana, de la sustancia de mi propia vida. Hoy he sido disminuido. Ya no soy exactamente el mismo. El ayudante de la oficina se ha marchado.

Todo aquello que acontece en el dónde en que vivimos, en nosotros mismos acontece. Todo lo que cesa en lo que vemos, en nosotros cesa. Todo lo que ya fue, si lo vimos cuando estaba siendo, de nosotros fue arrancado cuando partió. El ayudante de la oficina se ha marchado.

martes, 4 de noviembre de 2008

Un poema de Saiz de Marco

Porque no son bonitos
tenemos bien tapados (detrás de las paredes)
los tubos, las vigas, las cañerías, los cables...
para que no se vean,
para que ni siquiera nosotros los veamos.

Porque no son bonitos
tenemos bien tapados (debajo de la piel)
los riñones, la vesícula, los intestinos...
para que no se vean,
para que ni siquiera nosotros los veamos.

Porque no son bonitos, porque son muy antiestéticos
tenemos bien tapados
(en un vértice oscuro)
nuestro egoísmo, nuestra ruindad, nuestra miseria.
Para que no se vean, para que
(a ser posible)
ni siquiera nosotros los veamos.

Cráter

Depresión topográfica más o menos circular formada por explosión volcánica y por la cual sale humo, ceniza, lava, fango u otras materias, cuando el volcán está en actividad.

Del latín "crater", copa; y éste del griego κρατήρ.