viernes, 30 de enero de 2009

Ausencia (un poema de Wislawa Szymborska)

Faltó poco
y mi madre podría haberse casado con el señor Zbigniew Wola.

Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizá habría tenido mejor memoria para los nombres
y las caras,
y para las melodías oídas una sola vez.
Habría reconocido sin problemas qué pájaro era cuál.
Habría tenido excelentes notas en física
y química,
peores en lengua,
pero habría escrito a escondidas poemas
claramente más interesantes que los míos.

Faltó poco
y mi padre podría haberse casado en ese mismo momento
con la señorita Jadwiga R.

Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizá habría sido más terca en lo de salirse con la suya.
Y se habría lanzado sin temor a aguas profundas,
capaz de abandonarse a emociones gregarias.
Vista continuamente en varios lugares al mismo
tiempo,
pero rara vez entre libros, más a menudo en la calle
jugando a la pelota con los chicos.

Quizá incluso se habrían encontrado ambas
en la misma escuela, en la misma clase.
Pero no habrían sido amigas,
no habrían tenido ningún parentesco,
y en las fotos de grupo estarían lejos una de otra.

Niñas, poneos ahí
-habría dicho el fotógrafo-.
Las más bajas delante, las más altas detrás.
Y sonreíd cuando os dé la señal.
Pero contad antes
si estáis todas.
-Sí señor, estamos todas.

jueves, 29 de enero de 2009

Ferrocarril de Matallana (un poema de Gamoneda)

A las ocho del día en febrero
aún es de noche.
No hay aún luz en los vagones, sólo
oscuridad y aliento.
No nos vemos: sentimos
la compañía y el silencio.
En el andén estalla la campana.
Nos sobresalta la crueldad de un silbido.
Tiemblan las sombras.
Todo vuelve
a un antiguo sentido.
Nos dan la luz amarillenta y floja.
Salimos
de la oscuridad como del sueño:
torpemente vivos.
Éste es un tren de campesinos viejos
y de mineros jóvenes. Aquí
hay algo desconocido.
Si supiésemos qué, algunos de nosotros
sentiríamos vergüenza, y otros esperanza.
Se está haciendo de día. Ya
veo los montes dentro de la sombra,
los robles, del mismo color del monte,
la yerba vieja, sepultada en escarcha,
y el río, azul y silencioso
como un brazo de acero entre la nieve.
Cruzan los pueblos de sonido humilde:
Pardavé, Pedrún, Matueca…Cuando bajo del tren,
siento frío.
He dejado mi casa. Ahora estoy
solo.
¿Qué hago aquí?, ¿quién me espera en
este lugar excavado en el silencio?
No lo sé; con el tren se aleja
algo que es cierto aunque no puede ser pensado;
es algo mío y no me pertenece.
Está dentro y fuera de mi corazón.

Mal casados (por Fernando Pessoa)

Todos los cónyuges del mundo están mal casados, porque cada uno guarda para sí, en los secretos donde el alma es del diablo, la imagen sutil del hombre deseado que no es aquél, la figura voluble de la mujer sublime que aquélla no llega a ser.

miércoles, 28 de enero de 2009

Descubrimiento (un poema de Riszard Kapuscinski)

Tu corazón es destrozado por el dolor:
empiezas a sentir el corazón

Tus ojos de pronto dejan de ver:
empiezas a sentir los ojos

Tu memoria se hunde en la tiniebla:
empiezas a sentir la memoria

Te descubres
negándote
Existes
negando el existir

Contraimagen (un poema de Saiz de Marco)

Si una inteligencia
o una razón
o una ética
controlan cada paso cada movimiento del mundo
entonces esa inteligencia
o esa razón
o esa ética
son muy diferentes
(opuestas más bien)
a las mías.

Concebido fui a su
contraimagen y
desemejanza.

martes, 27 de enero de 2009

El diablo, según Pessoa

Nunca tuve infancia, ni adolescencia, ni, por tanto, llegué nunca a la edad viril. Soy el negativo absoluto, la encarnación de la nada. Lo que se desea y no se puede tener, lo que se sueña porque no puede existir, ahí se encuentra mi reino vano y ahí está establecido el trono que no me fue otorgado. Lo que podría haber sido, lo que debería haber existido, lo que la ley o la suerte no me concedieron, lo arrojé a manos llenas al alma del hombre, y ésta se perturbó al sentir la vida viva con lo que no existe. Soy el olvido de todos los deberes, la incertidumbre de todas las intenciones. Los tristes y los cansados de la vida, tras despertar de la ilusión, alzan la mirada hacia mí, porque yo también, a mi modo, soy la estrella brillante de la mañana. Y hace tanto tiempo que lo soy…

(Extraído de La hora del diablo.)

lunes, 26 de enero de 2009

Ahora que ya remonto (un poema de Piedad Bonnett)

Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces
de tedio, de agonía,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas
y me arrullo en las noches
y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,
con tanto día y tanto aniversario,
con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe un mundo entero
en el costado izquierdo?

viernes, 23 de enero de 2009

Yo es una invención (por Rodolfo Llinás)

El yo no es algo tangible. Es tan sólo un estado mental particular, una entidad abstracta generada, a la cual llamamos el yo o el sí mismo. El sí mismo no se diferencia fundamentalmente de las cualidades secundarias de los sentidos (colores, olores, sabores, sonidos); el sí mismo es una invención de la semántica intrínseca del sistema nervioso central.

(Extraído de El cerebro y el mito del yo)

martes, 20 de enero de 2009

¿Por qué? (un poema de Saiz de Marco)

¿Por qué nos haces creer
en la lógica,
en el orden,
y más tarde nos embistes
con dentelladas de absurdo?

¿Por qué insuflas ese pálpito
de justicia,
de equilibrio,
y luego hieres el mundo
con tus garras arbitrarias?

¿Por qué nos haces proclives
al amor,
a la esperanza,
y después nos vapuleas
con tus puños siderales?

Aquí dijiste... (un poema de Piedad Bonnett)

Aquí dijiste...

Aquí díjiste:"son hermosos
los ojos húmedos de los caballos".
Y aquí: "me encanta el viento".
Desando yo tus pasos, revivo tus palabras.

Y te amo en la baldosa que pisaste,
en la mesa de pino
que aún guarda la caricia de tu mano,
en el estropeado cigarrillo
olvidado en el fondo de mi bolso.

Recorro cada calle que anduviste
y sé
que amaste este abedul y esta ventana.

Aquí dijiste:
"así soy yo,
como esa música
triste y alegre a un mismo tiempo".

Y te amo
en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo,
en la feliz canción
que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza.
En el día aterido
que tú estás respirando no sé dónde.
En el polvo, en el aire,

en esa nube
que tú no mirarás,
en mi mirada
que te calcó y fijó en mi más triste fondo,
en tus besos sellados en mis labios,
y en mis manos vacías,
pues eres hoy vacío
y en el vacío te amo.

viernes, 16 de enero de 2009

Un poema de Anise Koltz

En mi corazón
cada rincón está dedicado
a un dios diferente

Aprendo sus letanías
y les echo incienso

A ninguno le preocupa

La tierra gira y zumba
como un insecto monstruoso

jueves, 15 de enero de 2009

Las poetas suicidas me llaman (un poema de Ana Pérez Cañamares)

Las poetas suicidas me llaman.
Yo no las escucho.

Come fruta, me digo,
vigila los deberes de tu hija,
recuerda la fecha en que vivimos,
repasa tu nómina,
no olvides la cita del ginecólogo.

A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.

Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos,
me agarro a los barrotes que me sostienen.

No sé planchar, pero hoy es quince de septiembre,
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido,
aunque confieso que sin ningún sentimiento.

No oigo voces, aunque la mía, a veces,
suena insistente,
como la radio que sube por los patios.

No os voy a escuchar.
Quizá estáis calladas,
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.

No importa.
Cada una de vuestras muertes
dio a luz una palabra
y de momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua,
en la noche
o en uno de vuestros versos.

martes, 13 de enero de 2009

Tiritando en las esquinas de la realidad (por Fernando Pessoa)

Un regazo para llorar, pero un regazo enorme, sin forma, espacioso como una noche de verano, y sin embargo cercano, caliente, femenino, al lado de cualquier fuego… Poder llorar allí cosas impensables, faltas que no sé cuáles son, ternuras de cosas inexistentes, y grandes dudas crispadas de no sé qué futuro…Una infancia nueva, un ama vieja otra vez, y una cama pequeña donde acabe por dormirme, entre cuentos que arrullan, mal oídos, con una atención que se pone tibia, de rayos que penetraban en jóvenes cabellos rubios como el trigo… Y todo esto muy grande, muy eterno, definitivo para siempre, de la estatura única de Dios, allá en el fondo triste y somnoliento de la realidad última de las cosas…Un regazo o una cuna o un brazo caliente alrededor de mi cuello…Una voz que canta bajo y parece querer hacerme llorar…El ruido de la lumbre en el hogar… Un calor en el invierno… Un extravío suave de mi conciencia… Y después, sin ruido, un sueño tranquilo en un espacio enorme, como la luna rodando entre estrellas…Cuando coloco en un rincón, con un cuidado lleno de cariño –con ganas de darles besos- mis juguetes, las palabras, las imágenes, las frases –¡me quedo tan pequeño y tan inofensivo, tan solo en un cuarto tan grande y tan triste, tan profundamente triste…! Después de todo, ¿quién soy cuando no juego? Un pobre huérfano abandonado en las calles de las sensaciones, tiritando de frío en las esquinas de la Realidad, teniendo que dormir en los escalones de la Tristeza y que comer el pan regalado de la Fantasía. De mi padre sé el nombre; me han dicho que se llama Dios, pero el nombre no me da idea de nada. A veces, de noche, cuando me siento solo, le llamo y lloro, y me hago una idea de él a la que poder amar… Pero después pienso que no le conozco, que quizás no sea así, que quizá no sea nunca ese padre de mi alma…¿Cuándo se terminará todo esto, estas calles por las que arrastro mi miseria, y estos escalones donde encojo mi frío y siento las manos de la noche entre mis harapos? Si un día viniese Dios a buscarme y me llevase a su casa y me diese calor y afecto… A veces pienso en esto y lloro de alegría al pensar que lo puedo pensar… Pero el viento se arrastra por la calle y las hojas caes en la acera… Alzo los ojos y veo las estrellas que no tienen ningún sentido… Y de todo esto apenas quedo yo, un pobre niño abandonado…Tengo mucho frío. Estoy tan cansado en mi abandono. Ve a buscar, oh Viento, a mi Madre. Llévame por la Noche a la casa que no he conocido…Vuelve a darme, oh Silencio, mi alma y mi cuna y la canción con que me dormía...

miércoles, 7 de enero de 2009

Es allí (un poema de Riszard Kapuscinski)

Es allí
dijo una voz
miré a mi alrededor
no veo nada, respondí
creo que quiso decir
escucha la voz que hay en tu interior
no la silencies
con tus propias palabras

viernes, 2 de enero de 2009

Cortar este dolor ¿con qué tijeras? (Un poema de Miguel Hernández)

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella,
y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no se por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo ahí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y “ahí te quedas”, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
que inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra el corazón.

Hoy descorazonarme,
yo el más descorazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.


No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.