skip to main |
skip to sidebar
A fuerza de mudarmehe aprendido a no pegarlos muebles a los muros,a no clavar muy hondo,a atornillar sólo lo justo.He aprendido a respetar las huellasde los viejos inquilinos:un clavo, una moldura,una pequeña ménsulaque dejo en su lugaraunque me estorben.Algunas manchas las heredosin limpiarlas,entro en la nueva casatratando de entender,es más,viendo por dónde habré de irme.Dejo que la mudanzase disuelva como una fiebre,como una costra que se cae,no quiero hacer ruido.Porque los viejos inquilinosnunca mueren.Cuando nos vamos,cuando dejamos otra vezlos muros como los tuvimos,siempre queda algún clavo de ellosen un rincóno un estropicioque no supimos resolver.
Bajando hoy por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda del hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera, la chaqueta de un traje modesto en una espalda de transeúnte ocasional. Llevaba una cartera vieja bajo el brazo izquierdo, y ponía en el suelo, al ritmo de ir andando, un paraguas cerrado, que cogía por el puño con la mano derecha.Sentí de repente por aquel hombre algo parecido a la ternura. Sentí en él la ternura que se siente por la común vulgaridad humana, por lo trivial cotidiano del cabeza de familia que va a trabajar, por su hogar humilde y alegre, por los placeres alegres y tristes de que forzosamente se compone su vida, por la inocencia de vivir sin analizar, por la naturaleza animal de aquella espalda vestida.
Volví los ojos a la espalda del hombre, ventana por la que vi estos pensamientos.La sensación era exactamente idéntica a la que nos asalta ante alguien que duerme. Todo lo que duerme es niño de nuevo. Tal vez porque en el sueño no se puede hacer mal, y no se da cuenta de la vida, el mayor criminal, el más redomado egoísta es sagrado, por una magia natural, mientras duerme. Entre matar a quien duerme y matar a un niño no encuentro diferencia sustancial.Ahora duerme la espalda de este hombre. Todo él, que camina delante de mí con pasos iguales a los míos, duerme. Va inconsciente. Vive inconsciente. Duerme, porque todos dormimos. Toda vida es un sueño. Nadie sabe lo que hace, nadie sabe lo que quiere, nadie sabe lo que sabe. Dormimos la vida, eternos niños del Destino. Por eso siento, si pienso con esta sensación, una ternura informe e inmensa por toda la humanidad infantil, por toda vida social durmiente, por todos, por todo.
¿Sabes?, yo tenía una familia, un trabajo, algosiempre estabaen el mediopero ahorahe vendido mi casa, he encontrado estelugar, un estudio amplio, deberías ver el espacio y la luzpor primera vez en mi vida voy a tener el lugary el tiempoparacrearno, nene,si vas a crearvas a crear trabajando16 horas al día en una mina de carbónovas a crear en una habitación con tres chicosmientras estásen el paro,vas a crear aunque te falte parte de tu mente y detu cuerpovas a crear ciegomutiladolocovas a crear con un gato trepando por tuespalda mientrasla ciudad entera tiembla, con terremotos, bombardeos,inundaciones y fuegonene,aire y luz y tiempo y espaciono tienen nada que ver con estoy no crean nadaexcepto quizá una vida más larga para encontrarnuevas excusas
Antes de morir, mi madre dijo mamá, venmientras me miraba sin verme;yo dije mamá, quédateabrazando su cuerpo diminutoenvuelto en pañales y olor a talco;mi hija dijo mamá, no lloresy me acarició la cabeza consolándome.Cuando mamá murió, durante unos segundosno tuvimos muy claros los lazos que nos uníanno supimos quién se había idoy quién se había quedadoni en qué momento de nuestras vidasestábamos viviendoo muriendo.
Compadécete, caos, de nosotrosmuéstrate del color de los hombresvuélvete simplevuélvete blandono te burles de nuestra errada lógicade esta tosca apetencia de ordende nuestra ciega búsquedade nuestro temblor torpede nuestro andar a tientasde nuestra sed de luzapiádate, caos, de nosotros
Cantando vas, riendo por el agua,por el aire silbando vas, riendo,en ronda azul y oro, plata y verde,dichoso de pasar y repasarentre el rojo primer brotar de abril,¡forma distinta, de instantáneasigualdades de luz, vida, color,con nosotros, orillas inflamadas!¡Qué alegre eres tú, ser,con qué alegría universal eternarompes feliz el ondear del aire,bogas contrario el ondular del agua!¿No tienes que comer ni que dormir?¿Toda la primavera es tu lugar?¿Lo verde todo, lo azul todo,lo floreciente todo es tuyo?¡No hay temor en tu gloria;tu destino es volver, volver, volver,en ronda plata y verde, azul y oro,por una eternidad de eternidades!Nos das la mano, en un momentode afinidad posible, de amor súbito,de concesión radiante;y, a tu contacto cálido,en loca vibración de carne y alma,nos encendemos de armonía,nos olvidamos, nuevos, de lo mismo,lucimos, un instante, alegres de oro.¡Parece que también vamos a serperennes como tú,que vamos a volar del mar al monte,que vamos a saltar del cielo al mar,que vamos a volver, volver, volverpor una eternidad de eternidades!¡Y cantamos, reímos por el aire,por el agua reímos y silbamos!¡Pero tú no te tienes que olvidar,tú eres presencia casual perpetua,eres la criatura afortunada,el mágico ser solo, el ser insombre,el adorado por el calor y gracia,el libre, el embriagante robador,que, en ronda azul y oro, plata y verde,riendo vas, silbando por el aire,por el agua cantando vas, riendo!
El escrúpulo es la muerte de la acción. Pensar en la sensibilidad ajena es estar seguro de no actuar. No hay acción, por pequeña que sea –y cuanto más importante, más cierto es esto-, que no hiera a otra alma, que no ofenda a nadie, que no contenga elementos de los que, si tenemos corazón, no tengamos que arrepentirnos. Muchas veces he pensado que la filosofía real del eremita acaso consista más en evitar ser hostil por el simple hecho de vivir, que en cualquier pensamiento directamente relacionado con aislarse.
Los columpios no son noticia,son simples como un huesoo como un horizonte,funcionan con un cuerpoy su manutención estribaen una mano de pinturacada tanto,cada generación los pintade un color distinto(para realzar su infancia)pero los deja como son,no se investigan nuevas formasde columpios,no hay competencias de columpios,no se dan clases de columpio,nadie se roba los columpios,la radio no transmite rechinidosde columpios,cada generación los pintade un color distintopara acordarse de ellos,ellos que inician a los niñosen los paréntesis,en la melancolía,en la inutilidad de los esfuerzospara ser distintos,donde los niños quemansus reservas de imposible,sus últimas metamorfosis,hasta que un día, sin una gotade humedad, se bajandel columpiohacia sí mismos,hacia su nombre propioy verdadero, haciasu muerte todavía lejana.
No duermo ni espero dormir.Ni en la muerte espero dormir.
Me espera un insomnio de la amplitud de los astrosy un bostezo inútil tan extenso como el mundo.No duermo. No puedo leer cuando despierto de noche,no puedo escribir cuando despierto de noche,no puedo pensar cuando despierto de noche.¡Dios mío, ni puedo soñar cuando despierto de noche!
¡Ah, el opio de ser otra otra persona [portugués: pessoa] cualquiera!No duermo; yazgo, cadáver despierto, sintiendo,y mi sentimiento es un pensamiento vacío.
Pasan por mí, trastornadas, cosas que me sucedieron:todas aquellas de las que me arrepiento y me culpo;pasan por mí, trastornadas, cosas que no me sucedieron:todas aquellas de las que me arrepiento y me culpo;pasan por mí, trastornadas, cosas que no son nada,y hasta de esas me arrepiento, me culpo, y no duermo.
No tengo fuerza para tener la energía de encender un cigarrillo.Miro la pared de enfrente del cuarto como si fuese el universo.Por fuera hay el silencio que tiene todo eso.Gran silencio aterrador en otra ocasión cualquiera,en otra ocasión cualquiera en que yo pudiera sentir.
Estoy escribiendo unos versos realmente simpáticos:versos que dicen que nada tengo que decir,versos que insisten en decirlo,versos, versos, versos, versos...Tantos versos...Y la verdad entera y la vida entera, fuera de ellos y de mí.
Tengo sueño, no duermo, siento y no sé en qué sentir.Soy una sensación sin la correspondiente persona [pessoa],una abstracción de autoconsciencia sin qué,salvo lo necesario para sentir consciencia,salvo… yo qué sé salvo qué...
No duermo. No duermo. No duermo.¡Qué gran sueño en toda la cabeza, y encima de los ojos, y en el alma!¡Qué gran sueño en todo, excepto en poder dormir!
Oh amanecer, tardas tanto... Ven...Ven inútilmentea traerme otro día igual a éste,al que seguirá otra noche igual a ésta.Ven a traerme la alegría de esta esperanza triste,porque siempre eres alegre, y siempre traes esperanzas,según la vieja literatura de las sensaciones.
Ven, trae la esperanza, ven, trae la esperanza.Mi cansancio penetra colchón adentro.Me duele la espalda por no estar acostado de lado.Si estuviera acostado de lado me dolería la espalda por estar acostado de lado.
Ven, amanecer, llega.¿Qué hora es? No lo sé.No tengo energía para tender una mano hasta el reloj.No tengo energía para nada, para nada de nada...Sólo para estos versos, escritos al día siguiente.Sí, escritos al día siguiente.Todos los versos siempre se escriben al día siguiente.
Noche absoluta, sosiego absoluto, ahí afuera.Paz en toda la Naturaleza.La Humanidad reposa y olvida sus amarguras.Exactamente.La Humanidad olvida sus alegrías y sus amarguras.
Es lo que suele decirse.La Humanidad olvida, sí, la Humanidad olvida.
Pero es que, incluso despierta, la Humanidad olvida.Exactamente. Pero yo no duermo.
Tú, suelo que se oscurece, soportas pacientemente los murosy quizá permites a las ciudades que duren una hora más,concedes aún dos horas a las iglesias y monasterios solitarios,dejas cinco horas más de fatiga a todos los redimidosy contemplas durante otras siete horas el trabajo cotidiano del labrador,antes de volver a ser bosque y agua y prolífica tierra silvestreen la hora de la angustia incomprensible,cuando exijas a todas las cosasque devuelvan tu imagen incompleta.Dame un poco más de tiempo: quiero amar las cosas como nadie,hasta que todas se hagan dignas de ti y grandes.Sólo quiero siete días, sieteen los que nadie haya escrito aúnsiete páginas de soledad.Que aquél a quien des el libro las abarque:quedará encorvado sobre las hojas.A no ser que le tengas en tus manospara escribir tú mismo.
El niño que piensa en hadas y cree en las hadas
obra como un dios dolido, pero como un dios.
Porque, pese a afirmar que existe lo que no existe,
sabe cómo existen las cosas, que es existiendo;
sabe que existir existe y no se explica;
sabe que no hay ninguna razón para que nada exista;
sabe que ser es estar en un punto.
Lo único que no sabe que el pensamiento no es un punto cualquiera.
Si yo escribo tu nombre en la arenay tú escribes mi nombre en la arenapero en otra playaes que hemos descuidado las cosashemos dejado crecer el mar como hierba malay habrá que arrancarlo con cuidadohasta allanar la arena de esa playadonde puedas escribir mi nombre y rozar el dedoque está escribiendo el tuyo despacito.