martes, 28 de abril de 2009

Mudanza (un poema de Fabio Morábito)

A fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula
que dejo en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.

lunes, 27 de abril de 2009

La espalda del hombre (por Fernando Pessoa)

Bajando hoy por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda del hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera, la chaqueta de un traje modesto en una espalda de transeúnte ocasional. Llevaba una cartera vieja bajo el brazo izquierdo, y ponía en el suelo, al ritmo de ir andando, un paraguas cerrado, que cogía por el puño con la mano derecha.

Sentí de repente por aquel hombre algo parecido a la ternura. Sentí en él la ternura que se siente por la común vulgaridad humana, por lo trivial cotidiano del cabeza de familia que va a trabajar, por su hogar humilde y alegre, por los placeres alegres y tristes de que forzosamente se compone su vida, por la inocencia de vivir sin analizar, por la naturaleza animal de aquella espalda vestida.
Volví los ojos a la espalda del hombre, ventana por la que vi estos pensamientos.


La sensación era exactamente idéntica a la que nos asalta ante alguien que duerme. Todo lo que duerme es niño de nuevo. Tal vez porque en el sueño no se puede hacer mal, y no se da cuenta de la vida, el mayor criminal, el más redomado egoísta es sagrado, por una magia natural, mientras duerme. Entre matar a quien duerme y matar a un niño no encuentro diferencia sustancial.

Ahora duerme la espalda de este hombre. Todo él, que camina delante de mí con pasos iguales a los míos, duerme. Va inconsciente. Vive inconsciente. Duerme, porque todos dormimos. Toda vida es un sueño. Nadie sabe lo que hace, nadie sabe lo que quiere, nadie sabe lo que sabe. Dormimos la vida, eternos niños del Destino. Por eso siento, si pienso con esta sensación, una ternura informe e inmensa por toda la humanidad infantil, por toda vida social durmiente, por todos, por todo.

viernes, 24 de abril de 2009

Aire y luz y tiempo y espacio (un poema de Charles Bukowski)

¿Sabes?, yo tenía una familia, un trabajo, algo
siempre estaba
en el medio
pero ahora
he vendido mi casa, he encontrado este
lugar, un estudio amplio, deberías ver el espacio y la luz
por primera vez en mi vida voy a tener el lugar
y el tiempo
para
crear

no, nene,
si vas a crear
vas a crear trabajando
16 horas al día en una mina de carbón
o
vas a crear en una habitación con tres chicos
mientras estás
en el paro,

vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de
tu cuerpo
vas a crear ciego
mutilado
loco

vas a crear con un gato trepando por tu
espalda mientras
la ciudad entera tiembla, con terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego

nene,
aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con esto
y no crean nada
excepto quizá una vida más larga para encontrar
nuevas excusas

jueves, 23 de abril de 2009

Antes de morir o "Generaciones" (un poema de Ana Pérez Cañamares)

Antes de morir, mi madre dijo mamá, ven
mientras me miraba sin verme;
yo dije mamá, quédate
abrazando su cuerpo diminuto
envuelto en pañales y olor a talco;
mi hija dijo mamá, no llores
y me acarició la cabeza consolándome.
Cuando mamá murió, durante unos segundos
no tuvimos muy claros los lazos que nos unían
no supimos quién se había ido
y quién se había quedado
ni en qué momento de nuestras vidas
estábamos viviendo
o muriendo.

martes, 21 de abril de 2009

Apiádate (por Saiz de Marco)

Compadécete, caos, de nosotros
muéstrate del color de los hombres
vuélvete simple
vuélvete blando
no te burles de nuestra errada lógica
de esta tosca apetencia de orden
de nuestra ciega búsqueda
de nuestro temblor torpe
de nuestro andar a tientas
de nuestra sed de luz
apiádate, caos, de nosotros

Criatura afortunada, o Mirlo (Por Juan Ramón Jiménez)

Cantando vas, riendo por el agua,
por el aire silbando vas, riendo,
en ronda azul y oro, plata y verde,
dichoso de pasar y repasar
entre el rojo primer brotar de abril,
¡forma distinta, de instantáneas
igualdades de luz, vida, color,
con nosotros, orillas inflamadas!
¡Qué alegre eres tú, ser,
con qué alegría universal eterna
rompes feliz el ondear del aire,
bogas contrario el ondular del agua!
¿No tienes que comer ni que dormir?
¿Toda la primavera es tu lugar?
¿Lo verde todo, lo azul todo,
lo floreciente todo es tuyo?
¡No hay temor en tu gloria;
tu destino es volver, volver, volver,
en ronda plata y verde, azul y oro,
por una eternidad de eternidades!
Nos das la mano, en un momento
de afinidad posible, de amor súbito,
de concesión radiante;
y, a tu contacto cálido,
en loca vibración de carne y alma,
nos encendemos de armonía,
nos olvidamos, nuevos, de lo mismo,
lucimos, un instante, alegres de oro.
¡Parece que también vamos a ser
perennes como tú,
que vamos a volar del mar al monte,
que vamos a saltar del cielo al mar,
que vamos a volver, volver, volver
por una eternidad de eternidades!
¡Y cantamos, reímos por el aire,
por el agua reímos y silbamos!
¡Pero tú no te tienes que olvidar,
tú eres presencia casual perpetua,
eres la criatura afortunada,
el mágico ser solo, el ser insombre,
el adorado por el calor y gracia,
el libre, el embriagante robador,
que, en ronda azul y oro, plata y verde,
riendo vas, silbando por el aire,
por el agua cantando vas, riendo!

viernes, 17 de abril de 2009

No hay acción que no hiera (por Fernando Pessoa)

El escrúpulo es la muerte de la acción. Pensar en la sensibilidad ajena es estar seguro de no actuar. No hay acción, por pequeña que sea –y cuanto más importante, más cierto es esto-, que no hiera a otra alma, que no ofenda a nadie, que no contenga elementos de los que, si tenemos corazón, no tengamos que arrepentirnos. Muchas veces he pensado que la filosofía real del eremita acaso consista más en evitar ser hostil por el simple hecho de vivir, que en cualquier pensamiento directamente relacionado con aislarse.

Columpios (por Fabio Morábito)

Los columpios no son noticia,
son simples como un hueso
o como un horizonte,
funcionan con un cuerpo
y su manutención estriba
en una mano de pintura
cada tanto,
cada generación los pinta
de un color distinto
(para realzar su infancia)
pero los deja como son,
no se investigan nuevas formas
de columpios,
no hay competencias de columpios,
no se dan clases de columpio,
nadie se roba los columpios,
la radio no transmite rechinidos
de columpios,
cada generación los pinta
de un color distinto
para acordarse de ellos,
ellos que inician a los niños
en los paréntesis,
en la melancolía,
en la inutilidad de los esfuerzos
para ser distintos,
donde los niños queman
sus reservas de imposible,
sus últimas metamorfosis,
hasta que un día, sin una gota
de humedad, se bajan
del columpio
hacia sí mismos,
hacia su nombre propio
y verdadero, hacia
su muerte todavía lejana.

lunes, 6 de abril de 2009

Insomnio (por Fernando Pessoa)

No duermo ni espero dormir.
Ni en la muerte espero dormir.
Me espera un insomnio de la amplitud de los astros

y un bostezo inútil tan extenso como el mundo.
No duermo. No puedo leer cuando despierto de noche,
no puedo escribir cuando despierto de noche,
no puedo pensar cuando despierto de noche.
¡Dios mío, ni puedo soñar cuando despierto de noche!
¡Ah, el opio de ser otra otra persona [portugués: pessoa] cualquiera!

No duermo; yazgo, cadáver despierto, sintiendo,
y mi sentimiento es un pensamiento vacío.
Pasan por mí, trastornadas, cosas que me sucedieron:

todas aquellas de las que me arrepiento y me culpo;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no me sucedieron:
todas aquellas de las que me arrepiento y me culpo;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no son nada,
y hasta de esas me arrepiento, me culpo, y no duermo.
No tengo fuerza para tener la energía de encender un cigarrillo.

Miro la pared de enfrente del cuarto como si fuese el universo.
Por fuera hay el silencio que tiene todo eso.
Gran silencio aterrador en otra ocasión cualquiera,
en otra ocasión cualquiera en que yo pudiera sentir.
Estoy escribiendo unos versos realmente simpáticos:

versos que dicen que nada tengo que decir,
versos que insisten en decirlo,
versos, versos, versos, versos...
Tantos versos...
Y la verdad entera y la vida entera, fuera de ellos y de mí.
Tengo sueño, no duermo, siento y no sé en qué sentir.

Soy una sensación sin la correspondiente persona [pessoa],
una abstracción de autoconsciencia sin qué,
salvo lo necesario para sentir consciencia,
salvo… yo qué sé salvo qué...
No duermo. No duermo. No duermo.

¡Qué gran sueño en toda la cabeza, y encima de los ojos, y en el alma!
¡Qué gran sueño en todo, excepto en poder dormir!
Oh amanecer, tardas tanto... Ven...

Ven inútilmente
a traerme otro día igual a éste,
al que seguirá otra noche igual a ésta.
Ven a traerme la alegría de esta esperanza triste,
porque siempre eres alegre, y siempre traes esperanzas,
según la vieja literatura de las sensaciones.
Ven, trae la esperanza, ven, trae la esperanza.

Mi cansancio penetra colchón adentro.
Me duele la espalda por no estar acostado de lado.
Si estuviera acostado de lado me dolería la espalda por estar acostado de lado.
Ven, amanecer, llega.

¿Qué hora es? No lo sé.
No tengo energía para tender una mano hasta el reloj.
No tengo energía para nada, para nada de nada...
Sólo para estos versos, escritos al día siguiente.
Sí, escritos al día siguiente.
Todos los versos siempre se escriben al día siguiente.
Noche absoluta, sosiego absoluto, ahí afuera.

Paz en toda la Naturaleza.
La Humanidad reposa y olvida sus amarguras.
Exactamente.
La Humanidad olvida sus alegrías y sus amarguras.
Es lo que suele decirse.

La Humanidad olvida, sí, la Humanidad olvida.
Pero es que, incluso despierta, la Humanidad olvida.

Exactamente. Pero yo no duermo.

Tú, suelo (un poema de R.M. Rilke)

Tú, suelo que se oscurece, soportas pacientemente los muros
y quizá permites a las ciudades que duren una hora más,
concedes aún dos horas a las iglesias y monasterios solitarios,
dejas cinco horas más de fatiga a todos los redimidos
y contemplas durante otras siete horas el trabajo cotidiano del labrador,
antes de volver a ser bosque y agua y prolífica tierra silvestre
en la hora de la angustia incomprensible,
cuando exijas a todas las cosas
que devuelvan tu imagen incompleta.

Dame un poco más de tiempo: quiero amar las cosas como nadie,
hasta que todas se hagan dignas de ti y grandes.
Sólo quiero siete días, siete
en los que nadie haya escrito aún
siete páginas de soledad.

Que aquél a quien des el libro las abarque:
quedará encorvado sobre las hojas.
A no ser que le tengas en tus manos
para escribir tú mismo.

viernes, 3 de abril de 2009

El niño que piensa en hadas (por Fernando Pessoa)

El niño que piensa en hadas y cree en las hadas
obra como un dios dolido, pero como un dios.
Porque, pese a afirmar que existe lo que no existe,
sabe cómo existen las cosas, que es existiendo;
sabe que existir existe y no se explica;
sabe que no hay ninguna razón para que nada exista;
sabe que ser es estar en un punto.
Lo único que no sabe que el pensamiento no es un punto cualquiera.

jueves, 2 de abril de 2009

Las altas distancias (un poema de Rosella di Paolo)

Si yo escribo tu nombre en la arena
y tú escribes mi nombre en la arena
pero en otra playa
es que hemos descuidado las cosas
hemos dejado crecer el mar como hierba mala
y habrá que arrancarlo con cuidado
hasta allanar la arena de esa playa
donde puedas escribir mi nombre y rozar el dedo
que está escribiendo el tuyo despacito.