viernes, 29 de mayo de 2009

Vida, verdad (por Fernando Pessoa)

Bajo la leve tutela
de dioses descuidados
quiero gastar las horas concedidas
de esta predestinada vida.

No pudiendo nada contra
el ser que me hicieron,
deseo al menos que el Hado me haya
dado la paz por destino.

De la verdad no quiero
más que la vida; pues los dioses
dan vida y no verdad, y tal vez ni siquiera ellos
conozcan la verdad.

lunes, 25 de mayo de 2009

Que todo es frágil (por José Miguel Ullán)

Vive en verdad por los adioses anda troncha los lazos que al abismo te unen urde el borrón y cuenta nueva diles que no hay más raza que el azar que no hay más patria que el dolor que todo

que todo es frágil y la muerte incluso

sábado, 23 de mayo de 2009

Pero lo que siento es verdad (por Ángel González)

Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas,
y una voz cariñosa le susurró al oído:
-¿Por qué lloras, si todo
en ese libro es mentira?
Y él le respondió:
-Lo sé;
pero lo que siento es verdad.

viernes, 22 de mayo de 2009

Ausencias (por Mario Benedetti)

en mi viejo catálogo de ausencias
algunas todavía me estremecen
compañeros y compañeras de ansias
de abrazos de peligros compartidos
ya no estarán irremediablemente
es como si su sangre regalada
corriera solidaria por mis venas
en busca de mi búsqueda tenaz
y así vivo muriendo
mientras el tiempo corre como un río

unos quedaron desaparecidos
otros aparecieron en sus huesos
sus palabras siguieron resonando
como si todavía nos nombraran

qué podemos hacer con las ausencias
es imposible defenderse de ellas
están ahí deshilachadamente
cual fantasmas sedientos de vivir
o crepúsculos huérfanos de noche

no hay rescate posible para las ausencias
uno sigue con ellas en la mano
y sabe que no puede abandonarlas
el mundo fue creado con ausencias
y allí estarán hasta que en un descuido
también uno pase a ser ausente

lunes, 18 de mayo de 2009

Pasa tiempo (un poema de Mario Benedetti)

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque un océano
la muerte solamente
una palabra.
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Este amor (por Jacques Prévert)

Este amor
Tan violento
Tan frágil
Tan tierno
Tan desesperado
Este amor
Bello como el día
Y malo como el tiempo
Cuando hay mal tiempo
Este amor tan sincero
Este amor tan hermoso
Tan feliz
Tan jovial
Y tan pobrecillo
Trémulo como un chiquillo en la oscuridad
Y tan seguro de sí mismo
Como un hombre tranquilo en lo más hondo de la noche
Este amor que da miedo a los demás
Que los hace hablar
Que los hace palidecer
Este amor acechado
Porque nosotros lo acechamos
Acosado herido pisoteado destrozado negado olvidado
Porque nosotros lo hemos acosado herido pisoteado destrozado negado olvidado
Este amor íntegro
Tan vivo todavía
Y lleno de sol
Es el tuyo
Es el mío
Ese que ha sido
Este algo siempre nuevo
Y que no ha cambiado
Tan verdadero como una planta
Tan tembloroso como un pájaro
Tan cálido tan vivo como el verano
Ambos podemos juntos
Alejarnos y regresar
Olvidarlo
Y después dormirnos
Despertarnos padecer envejecer
Dormirnos de nuevo
Soñar con la muerte
Despertarnos sonreír y reír
Y rejuvenecer
Nuestro amor sigue allí
Obstinado como un borrico
Viviente como el deseo
Cruel como la memoria
Absurdo como el arrepentimiento
Tierno como los recuerdos
Frío como el mármol
Bello como el día
Frágil como un niño
Nuestro amor nos mira sonriendo
Y nos habla sin decir nada
Y yo lo escucho tembloroso
Y grito
Grito por ti
Grito por mí
Y le suplico
Por ti por mí por todos los que se aman
Y los que se han amado
Sí le grito
Por ti por mí y por todos
Los que no conozco
Quédate
Allí donde estás
Allí donde estuviste antes
Quédate
No te muevas
No te vayas
Nosotros los que somos amados
Te hemos olvidado
Pero no nos olvides tú
Sólo te teníamos a ti en el mundo
No permitas que nos volvamos indiferentes
Cada vez mucho más lejos
Y desde donde sea
Danos señales de vida
Mucho más tarde desde el rincón de un bosque
En la selva de la memoria
Surge de repente
Tiéndenos la mano
Y sálvanos

martes, 12 de mayo de 2009

En el valle (un poema de Saiz de Marco)

En algún sitio del valle de lágrimas
hay una casa pequeña y sencilla.
Tiene
un techo de tejas en el que crece el musgo
y paredes de adobe cubiertas por la hiedra.
Tiene
una puerta azul que nunca está cerrada.
Tiene
un patio con pozo
y un árbol en el centro,
del que cuelga un columpio.
En él puedes mecerte a ritmo de oleaje.
Su sonido recuerda el de un claustro materno.
Allí puedes quedarte todo el tiempo que quieras
porque el llorar del valle apenas te salpica.
No puedo darte un plano para ir a aquella casa.
(De hecho, no estoy seguro de haber estado en ella;
quizá sólo la vi de lejos, en un viaje.)
Pero tú has de encontrarla.
Tal vez no te sea fácil. Has de ir con mucho tiento.
Búscala, por favor. Aunque debas
cruzar, recorrer paso a paso todo este amargo valle,
por favor búscala.
¡ Deseo tanto que un día encuentres
esa casa !

jueves, 7 de mayo de 2009

Desayuno (un poema de Jacques Prévert)j

Ha echado café
en la taza
Ha echado leche
en la taza de café
Ha echado azúcar
en el café con leche
Con la cucharilla
lo ha removido
y se ha bebido el café con leche
y ha dejado la taza
Sin hablarme
ha encendido
un cigarillo
Ha hecho aros
con el humo
Ha dejado caer la ceniza
en el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se ha levantado
Se ha puesto
el sombrero
Se ha puesto
el impermeable
porque llovía
Y se ha marchado
bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Entonces yo me he cubierto
la cara con las manos
y he llorado

lunes, 4 de mayo de 2009

Mi Niño Jesús (por Fernando Pessoa)

En un medio día de fin de primavera
tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
hecho niño de nuevo
a correr y a revolcarse por la hierba
y a arrancar flores para tirarlas luego
y a reírse de modo que lo escuchen desde lejos.
Había huido del cielo.
Era demasiado nuestro para fingirse
la segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
con flores y árboles y piedras.
En el cielo había que estar siempre serio
y de vez en cuando volverse otra vez hombre
y subir a la cruz y estar siempre muriendo
con una corona completamente rodeada de espinas
y los pies atravesados por un clavo con cabeza,
y hasta con un trapo alrededor de la cintura
como los negros de las ilustraciones.
Ni siquiera le dejaban tener padre y madre
como los otros niños.
Su padre era dos personas:
un viejo llamado José, que era carpintero.
y que no era su padre;
y el otro padre era una paloma estúpida,
la única paloma fea del mundo
porque no era del mundo ni era paloma.
Y su madre no había amado antes de tenerlo.
No era mujer: era una maleta
en la que había venido del cielo.
Y querían que él, nacido sólo de madre
y sin un padre al que amar con respeto,
predicase la bondad y la justicia.

Un día que Dios estaba durmiendo
y el Espíritu Santo andaba volando,
él fue a la caja de los milagros y robó tres.
Con el primero hizo que nadie supiera que había huido.
Con el segundo se hizo eternamente humano y niño.
Con el tercero creó un Cristo eternamente en la cruz
y lo dejó clavado en la cruz que hay en el cielo
y sirve de modelo a las otras.
Después huyó hacia el sol
y descendió por el primer rayo que encontró.
Hoy vive en mi aldea conmigo.
Es un niño de risa bonita y natural.
Se limpia la nariz con el brazo derecho,
chapotea en los charcos de agua,
recoge flores, las disfruta y después las olvida.
Les tira piedras a los burros,
roba fruta en las plantaciones
y huye llorando y gritando por los perros.
Y, porque sabe que a ellas no les gusta
y que a todos les hace gracia,
corre detrás de las muchachas
que van en grupo por los caminos
con tinas de agua en las cabezas
y les levanta las faldas.

A mi me enseñó todo.
Me enseñó a observar las cosas.
Me señala todas las cosas que hay en las flores.
Me muestra lo graciosas que son las piedras
cuando uno las tiene en la mano
y las observa lentamente.

Me habla muy mal de Dios.
Dice que es un viejo estúpido y enfermo,
siempre escupiendo en el suelo
y diciendo indecencias.
La Virgen María pasa las tardes de la eternidad haciendo calceta.
Y el Espíritu Santo se rasca con el pico,
se pavonea subido en las sillas y las ensucia.
En el cielo todo es estúpido, como en la Iglesia Católica.
Me dice que Dios no entiende nada
de las cosas que creó
-si es que él las creó, que lo dudo-.
Él dice, por ejemplo, que los seres cantan su gloria,
pero los seres no cantan nada.
Si cantaran serían cantores.
Los seres existen y nada más
y por eso se llaman seres.

Y después, cansado de hablar mal de Dios,
el Niño Jesús se me duerme en los brazos
y en brazos lo llevo para casa.

Vive conmigo en mi casa en medio de la colina.
Él es el Niño Eterno, el dios que faltaba.
Él es lo humano natural,
es lo divino que sonríe y juega.
Y por eso sé con toda certeza
que él es el Niño Jesús verdadero.

Y el niño tan humano que es divino
es ésta mi cotidiana vida de poeta,
y es porque anda siempre conmigo que soy poeta siempre.
Y que mi más mínima mirada
me llena de sensación,
y el más pequeño sonido, sea de lo que sea,
parece hablar conmigo.

El Niño Nuevo que habita donde vivo
me da una mano a mí
y la otra a todo lo que existe.
Y así vamos los tres por el camino venidero,
saltando y cantando y riendo
y gozando de nuestro secreto común
que es el de saber por todas partes
que no hay misterio en el mundo
y que todo vale la pena.

El Niño Eterno me acompaña siempre.
La dirección de mi mirada es su dedo señalando.
Mi oído atento alegremente a todos los sonidos
son las cosquillas que él me hace, jugando, en las orejas.

Nos llevamos tan bien el uno con el otro
en compañía de todo
que nunca pensamos el uno en el otro,
pero vivimos los dos juntos
en un acuerdo íntimo
como la mano derecha con la izquierda.

Al anochecer jugamos a las cinco piedrecitas
en el escalón de la puerta de casa,
serios como corresponde a un dios y a un poeta,
y como si cada piedra
fuese todo un universo
y fuera por eso un gran peligro para ella
dejarla caer al suelo.

Después yo le cuento historias de las cosas de los hombres
y él sonríe, porque todo es increíble.
Se ríe de los reyes y de los que no son reyes,
y siente pena al oír hablar de las guerras,
y de los negocios, y de los navíos
que dejan humo en el aire de altamar.
Porque él sabe que todo eso falta a aquella verdad
que una flor tiene al florecer
y que anda con la luz del sol
modificando los montes y los valles
y haciendo doler los ojos por la claridad de los muros.

Después él se adormece y yo lo acuesto.
Lo llevo en brazos para dentro de casa
y lo acuesto, desnudándolo lentamente
como siguiendo un ritual muy limpio
y del todo materno hasta que se queda desnudo.

Él duerme dentro de mi alma
y a veces despierta de noche
y juega con mis sueños.
Les da la vuelta patas para arriba,
pone unos encima de los otros
y aplaude solo
sonriéndole a mi sueño.

Cuando yo muera, hijito,
sea yo el niño, el más pequeño.
Cógeme en brazos
y llévame dentro de tu casa.
Desviste mi ser cansado y humano
y acuéstame en tu cama.
Y cuéntame historias, si me despierto,
para que vuelva a dormirme.
Y dame sueños tuyos para jugar
hasta que nazca algún día
que tú sabes cuál es.

Ésta es la historia de mi Niño Jesús.
¿Por que razón que se sienta
no ha de ser más verdadera
que todo lo que los filósofos piensan
y todo lo que enseñan las religiones?

La tierra estéril (por T.S. Eliot)

Abril es el mes más cruel, hace brotar
lilas del interior de la tierra muerta, mezcla
la memoria y el deseo, estremece
las raíces marchitas con lluvia de primavera.
El invierno nos mantuvo calientes, cubriendo
la tierra con nieve de olvido, alimentando
un poco de vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió, pasando sobre el Starnbergersee
con una cortina de lluvia; hicimos un alto bajo la galería de columnas,
y continuamos a la luz del sol, adentrándonos en el Hofgarten,
y bebimos café, y hablamos durante una hora.
"De ninguna manera soy ruso; yo vengo de Lituania, yo soy un auténtico alemán".
Y cuando éramos niños, pasando una temporada donde el archiduque,
donde mi primo, él me sacó en un trineo,
y yo estaba asustado. Él dijo, Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y para abajo fuimos.
En las montañas, allí uno se siente libre.
Leo gran parte de la noche, y voy al sur en invierno.
¿Qué son las raíces que se prenden, qué ramas brotan
de estos escombros minerales? Hijo de hombre,
nada puedes decir, o adivinar, ya que sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol golpea,
y el árbol muerto no ofrece refugio, ni el grillo consuelo,
ni la piedra seca rumor de agua. Solamente
hay sombra bajo esta roca roja
(ven bajo la sombra de esta roca roja),
y yo te enseñaré algo diferente, tanto de
tu sombra en la mañana avanzando a tus espaldas
como de tu sombra a la tarde creciendo para encontrarte;
yo te enseñaré el miedo en un puñado de polvo.
"El viento sopla fresco
hacia la patria.
¿Mi muchacha irlandesa,
dónde te estás demorando?"
"Tú me trajiste jacintos por primera vez hace un año;
ellos me llamaban la chica de los jacintos.
Sin embargo cuando regresamos, tarde, del jardín de jacintos,
tus brazos llenos, y tu pelo húmedo, yo no podía
hablar, y los ojos me fallaban, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando en el corazón de la luz, el silencio.
Desolado y vacío el mar."
Madame Sosostris, famosa clarividente,
tenía una horrible gripe, pero de todos modos
es conocida como la mujer más sabia de Europa,
con un mazo de cartas muy mordaz. Aquí, dijo ella,
está tu carta, el Marinero Fenicio ahogado
(Perlas son estos que fueron sus ojos. ¡Mira!),
aquí está Belladonna, la Señora de las Rocas,
la Señora de las situaciones.
Aquí está el hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda,
y aquí está el mercader con un sólo ojo, y esta carta,
que está en blanco, es algo que carga a la espalda,
que me está prohibido ver. No encuentro
al Colgado. Teme la muerte por el agua.
Veo multitudes de gente, dando vueltas en círculo.
Gracias. Si ves a la querida Mrs. Equitone,
dile que yo misma le llevo el horóscopo:
uno debe ser así de cuidadoso hoy en día.
Ciudad irreal,
bajo la niebla ocre de un amanecer de invierno,
una muchedumbre fluía sobre el Puente de Londres, tantos,
no tenía ni idea de que la muerte hubiera destruido tantos,
suspiros, cortos e infrecuentes, eran exhalados,
y cada hombre llevaba los ojos clavados un poco por delante de sus pies.
Fluían colina arriba y bajaban la calle King William,
adonde Saint Mary Woolnoth daba las horas
con un sonido muerto en la última campanada de las nueve.
Allí vi a alguien que conocía, y le paré, gritando: "¡Stetson!
¡Tú que estuviste embarcado conmigo en Mylae!
Aquel cadáver que plantaste en tu jardín el año pasado,
¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año?
¿O ha perturbado su lecho la helada repentina?
¡Manten al Perro lejos de aquí, ya que es amigo de los hombres,
o con sus uñas volverá a desenterrarlo!
¡Tú! ¡Hipócrita lector! - ¡Mi igual, mi hermano!