viernes, 31 de julio de 2009

Poema de los dones (por Jorge Luis Borges)

Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños a unos ojos sin luz, que sólo pueden leer en las bibliotecas de los sueños los insensatos párrafos que ceden las albas a su afán.

En vano el día les prodiga sus libros infinitos, arduos como los arduos manuscritos que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega) muere un rey entre fuentes y jardines; yo fatigo sin rumbo los confines de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente y el Occidente, siglos, dinastías, símbolos, cosmos y cosmogonías brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca exploro con el báculo indeciso, yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra con la palabra azar, rige estas cosas; otro ya recibió en otras borrosas tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías suelo sentir con vago horror sagrado que soy el otro, el muerto, que habrá dado los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema de un yo plural y de una sola sombra?

¿Qué importa la palabra que me nombra si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido mundo que se deforma y que se apaga en una pálida ceniza vaga que se parece al sueño y al olvido.


jueves, 30 de julio de 2009

Impuro (por Nicolás Guillén)

Yo no voy a decirte que soy un hombre puro,
entre otras cosas
falta saber si lo puro existe
o si es, pongamos, necesario
o posible
o si sabe bien.
¿Acaso tú has probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
Puaj, qué porquería.
Yo no te digo, pues, que soy un hombre puro.
Soy impuro, ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.

martes, 28 de julio de 2009

Ella canta (por Fernando Pessoa)

Ella canta, pobre segadora,
creyéndose feliz tal vez;
canta y siega, y su voz, llena
de alegre y anónima viudez,
ondula como un canto de ave
en el aire limpio como umbral,
y hay curvas en la trama suave
del sonido que tiene al cantar.
Oírla alegra y entristece,
en su voz hay campo y brega,
y canta como si tuviese
más razones para cantar que la vida.
¡Ah, canta, canta sin razón!
Lo que en mí siente está pensando.
¡Derrama en mi corazón
tu incierta voz ondeando!
¡Ah, poder ser tú, siendo yo!
Tener tu alegre inconsciencia
y la consciencia de eso! ¡Oh cielo!
¡Oh campo! ¡Oh canción! ¡La ciencia
pesa tanto y la vida es tan breve!
¡Entrad dentro de mí! ¡Convertid
mi alma en vuestra sombra leve!
¡Y después, llevándome, pasad!

sábado, 25 de julio de 2009

Las treinta (por Pedro Salinas)

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal,
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco a blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeta, jota, i...

viernes, 24 de julio de 2009

Gracias (por Saiz de Marco)

Ya sé que no es así, pero hablo como si pudierais oírme y entenderme.
¿Cómo empezasteis vosotras, palabras?

Primero fuisteis gritos o rugidos de garganta animal en los arbustos. Poco más que un relincho, un cacareo...
Ondas sonoras viajando en el aire. Golpes de voz que se volvieron sílabas y más tarde consignas como
Cazar, Hacha, Bisonte, Al Ataque…
Nombres para las cosas de la Tierra. Palabras para todo lo innombrado.

Pero después os fuisteis anudando, enlazando las unas con las otras para, así, abarcar todo el mundo. Ahora no sólo objetos: también acción, intención, tiempo...

Y al final nominasteis lo intangible:
palabras para Miedo y Esperanza,
palabras para Angustia y Alegría...

Así erais cuando llegasteis a mí. Así cuando yo llegué a vosotras.

Humanas palabras, carne hecha verbo, ¿qué habría sido de mí sin vosotras:
sin poder escribiros,
leeros;
sin el hambre de la página en blanco;
sin la sed de los libros salvíficos?

Signos audibles, simbólicas voces que dormíais en el pecho del hombre:
Gracias, amigas, por haber venido.

El mismo sol (por Fernando Pessoa)

Bendito sea el mismo sol de otras tierras
que me hermana con todos los hombres
porque todos los hombres en un momento del día lo miran como
yo,
y en ese puro momento
limpio y sensible
regresan lacrimosamente
y con un suspiro que mal sienten
al hombre verdadero y primitivo
que veía al sol nacer y aún no lo adoraba.
Porque eso es natural, más natural
que adorar al oro y a Dios
y el arte y la moral...

jueves, 23 de julio de 2009

Éste es otro cantar (por Carlos Marzal)

éste es otro cantar:
el que yo canto
y no acaba de ser el canto mío.
Se dice en esta voz
pero es un préstamo. Por tanta intimidad
ya no es de nadie.
Ni sé cantar, ni sé,
pero me basta
el desentono propio en que murmuro.
Si otro gallo cantara, ¿yo qué haría?
¿Cómo iba a darle sed a esta agua muda?
Escucho mi canción y la obedezco.
La canto a mi dolor, y así se espanta.
Qué bien me satisfago
con este no estar siempre en mis cabales.
Tiempo habrá de venir de ser ninguno.
Vendrá un tiempo después,
no tengo duda.

miércoles, 22 de julio de 2009

Ya no seré feliz (por Jorge Luis Borges)

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

martes, 21 de julio de 2009

Aprovechar el tiempo (por Fernando Pessoa)

¡Aprovechar el tiempo!
¿Pero qué es el tiempo, para que yo lo aproveche?
¡Aprovechar el tiempo!
Ningún día sin línea…
El trabajo honesto es superior…
El trabajo a lo Virgilio, a lo Milton…
¡Pero es tan difícil ser honesto o superior!
¡Es tan poco probable ser Milton o Virgilio!
¡Aprovechar el tiempo!

Sacar del alma los fragmentos precisos — ni más ni menos —
para con ellos juntar los cubos ajustados
que hacen grabados justos en la historia
(Y están justos también del lado de abajo que no se ve)…
Poner las sensaciones en un castillo de naipes, pobre China de los serenos,
y los pensamientos en dominó, igual contra igual,
y la voluntad en carambola difícil.
Imágenes de juegos o de paciencias o de pasatiempos
—imágenes de la vida, imágenes de las vidas-.
Imágenes de la Vida. Verbalismo…Sí, verbalismo…
¡Aprovechar el tiempo!
No tener un minuto que el examen de la consciencia desconozca…
No tener un acto indefinido ni ficticio…
No tener un movimiento disconforme con los propósitos…

Buenas maneras del alma…
Elegancia de persistir…
¡Aprovechar el tiempo!

Mi corazón está cansado como mendigo verdadero.
Mi cerebro está listo como un fardo puesto de canto.
Mi canto (¡verbalismo!) está tal como está y es triste.
¡Aprovechar el tiempo!
Desde que empecé a escribir pasaron cinco minutos.
¿Los aproveché o no?
¡Si no sé si los aproveché, ¿qué sabré de otros minutos?!
(Pasajera que viajaras tantas veces en el mismo compartimiento conmigo

en el convoy suburbano,
¿llegaste a interesarte por mí?
¿Aproveché el tiempo mirándote?
¿Cuál fue el ritmo de nuestro sosiego en el convoy andante?
¿Cuál fue el entendimiento que no llegamos a tener?
¿Cuál fue la vida que hubo en esto? ¿Qué fue esto en la vida?)
¡Aprovechar el tiempo!

¡Ah, déjenme no aprovechar nada!
¡Ni tiempo, ni ser, ni recuerdos de tiempo o de ser!…
Déjenme ser una hoja de árbol, temblando por la brisa,
la polvareda de un camino involuntario y solo,
el surco dejado en los caminos por las ruedas mientras no vienen otras,
la peonza del niño, que va a parar,
y oscila, en el mismo movimiento que el del alma,
y cae, como caen los dioses, en el suelo del destino.

lunes, 20 de julio de 2009

Misteriosamente feliz (por Joan Margarit)

La escucho y cae la lluvia,
y pienso en aquel perro solitario
que iba detras del ataúd de Mozart.
Le sigo en los compases de este piano
y en los caminos que dibuja el agua
al irse deslizanado en los cristales.
Voy, misteriosamente feliz, siguiendo a un perro
hecho a la vez de música y de lluvia.

viernes, 17 de julio de 2009

Nocturno yankee (por Luis Cernuda)

La lámpara y la cortina
al pueblo en su sombra excluyen.
Sueña ahora,
si puedes, si te contentas
con sueños, cuando te faltan
realidades.
Estás aquí, de regreso
del mundo, ayer vivo, hoy
cuerpo en pena.
Esperando locamente,
alrededor tuyo, amigos
y sus voces.
Callas y escuchas. No. Nada
oyes, excepto tu sangre,
su latido
incansable, temeroso;
y atención prestas a otra
cosa inquieta.
Es la madera, que cruje;
es el radiador, que silba.
Un bostezo.
Pausa. Y el reloj consultas:
todavía temprano para
acostarte.
Tomas un libro. Mas piensas
que has leído demasiado
con los ojos,
y a tus años la lectura
mejor es recuerdo de unos
libros viejos,
pero con nuevo sentido.
¿Qué hacer? Porque tiempo hay.
Es temprano.
Todo el invierno te espera,
y la primavera entonces.
Tiempo tienes.
¿Mucho? ¿Cuánto? ¿Y hasta cuándo
el tiempo al hombre le dura?
“No, que es tarde,
es tarde”, repite alguno
dentro de ti, que no eres.
Y suspiras.
La vida en tiempo se vive,
tu eternidad es ahora,
porque luego
no habrá tiempo para nada
tuyo. Gana tiempo. ¿Y cuándo?
Alguien dijo:
“El tiempo y yo para otros
dos”. ¿Cuáles dos? ¿Dos lectores
de mañana? Mas tus lectores, si nacen,
y tu tiempo, no coinciden.
Estás solo
frente al tiempo, con tu vida
sin vivir.
Remordimiento.
Fuiste joven,
pero nunca lo supiste
hasta hoy, que el ave ha huido
de tu mano.
La mocedad dentro duele,
tú su presa vengadora,
conociendo
que, pues no le va esta cara
ni el pelo blanco, es inútil
por tardía.
El trabajo alivia a otros
de lo que no tiene cura,
según dicen.
¿Cuántos años ahora tienes
de trabajo? ¿Veinte y pico
mal contados?
Trabajo fue que no compra
para ti la independencia
relativa.
A otro menester el mundo,
generoso como siempre,
te demanda.
Y profesas pues, ganando
tu vida, no con esfuerzo,
con fastidio.
Nadie enseña lo que importa,
que eso ha de aprenderlo el hombre
por sí solo.
Lo mejor que has sido, diste,
lo mejor de tu existencia,
a una sombra:
al afán de hacerte digno,
al deseo de excederte,
esperando
siempre mañana otro día
que, aunque tarde, justifique
tu pretexto.
Cierto que tú te esforzaste
por sino y amor de una
criatura,
mito moceril, buscando
desde siempre, y al servirla,
ser quien eres.
Y al que eras le has hallado.
¿Mas es la verdad del hombre
para él solo,
como un inútil secreto?
¿Por qué no poner la vida
a otra cosa?
Quien eres, tu vida era;
uno sin otro no sois,
tú lo sabes.
Y es fuerza seguir, entonces,
aun el miraje perdido,
hasta el día
que la historia se termine,
para ti al menos.
Y piensas
que así vuelves
donde estabas al comienzo
del soliloquio: contigo
y sin nadie.
Mata la luz, y a la cama.

jueves, 16 de julio de 2009

La ruta 14 (por Saiz de Marco)

En aquella intersección tomé
la ruta 14
Pude seguir cualquier otra
(¡había tantas!)
A veces curvilínea a veces pedregosa
me condujo hasta donde
como un deber diario
me sumerjo en un lodo de recriminación
(¿por qué no fue la 7
la 5
la 21?)
Entonces no sabía cómo era cada una
Por no saber entonces no sabía casi nada
más que era obligatorio decidir y
escoger
Quizá no debería cultivar esta saña
no arremeterme tanto
ni tan tramposamente
por haber elegido
la ruta 14.

Vientos propicios (por Tilo Wenner)

La experiencia presenta su lado de aventura.
Lanzarse en las entrañas de la vida.
Gozar de todas las primicias.
Tocar, acariciar las partes dulces de las cosas,
perderse en las avenidas entre las multitudes.
Llenar el tiempo en conversaciones con desconocidos.
Hacer juramentos incumplibles.
¡Oh el pañuelo blanco en alto!
Ella, la de rostro fugitivo, se calza las sandalias.
Las flores de agua cantan entre las barcazas.
Latitudes y paralelos áureos.
Mitomanías erráticas.
Vorágine de pasiones presentidas.
A veces la vida es una erupción mágica,
cuando todo confluye en un latido
del corazón.
Llenarse los pulmones del aire enrarecido en las alturas,
con oxígeno de las
playas.
Días y noches de todos los países.
Auroras inéditas.
Árboles, frutos nuevos.
Abrazos y besos repetidos.
Encontrarse con el amigo de la infancia en una ciudad de nombre difícil.
Atravesar el vidrio y perderse con la recién conocida en un laberinto
amoroso.
El viaje siempre tiene un lado indescriptible.
La ausencia es irresistible.
Pájaro en un cielo de paisajes cambiables.

miércoles, 15 de julio de 2009

Mi alma se rompió (por Fernando Pessoa)

Mi alma se rompió como un cuenco vacío.
Cayó escaleras excesivamente abajo.
Cayó de las manos de una criada descuidada.
Cayó, y se hizo más pedazos que loza había en el cuenco.
¿Tontería? ¿Imposible? ¡Yo no sé!Tengo más sensaciones que cuando me sentía yo.

Soy una dispersión de trozos sobre un felpudo sin sacudir.
El ruido hecho al caer fue como de cuenco al romperse.

Los dioses que hay se asoman a la barandilla de la escalera.
Y contemplan los pedazos que su criada hizo de mí.
No os enfadéis con ella.

Sed tolerantes con ella.
Cuenco vacío, ¿qué era yo?
Miran los pedazos absurdamente conscientes,

más conscientes de sí mismos, no conscientes de ellos.
Miran y sonríen.

Sonríen tolerantes a la criada involuntaria.
Se va extendiendo la gran escalinata alfombrada de estrellas.

Un pedazo brilla, por el lado de su exterior lustroso, entre los astros.
¿Mi obra? ¿Mi alma principal? ¿Mi vida?
Un pedazo.
Y los dioses lo miran especialmente, pues no saben por qué ha quedado allí.

lunes, 13 de julio de 2009

Cuánto sabe la flor (por Pedro Salinas)

¡Cuánto sabe la flor!
Sabe ser blanca cuando es jazmín,
morada cuando es lirio.
Sabe abrir el capullo,
sin reservar dulzuras para ella,
a la mirada o a la abeja.
Permite sonriendo que con su alma se haga miel.
¡Cuánto sabe la flor!
Sabe dejarse coger por ti,
para que tú la lleves, ascendida,
en tu pecho alguna noche.
Sabe fingir, cuando al siguiente día la separas de ti,
que no es la pena por tu abandono
lo que la marchita.
¡Cuánto sabe la flor!
Sabe el silencio; y teniendo unos labios tan hermosos
sabe callar el "¡ay!" y el "no",
e ignora la negativa y el sollozo.
¡Cuánto sabe la flor!
Sabe entregarse, dar, dar todo lo suyo al que la quiere,
sin pedir más que eso:
que la quiera.
Sabe, sencillamente sabe, amor.

Creían (por Saiz de Marco)

Creían en los hombres,
soñaban la utopía.
No sabían de ruindad, de abyección, de pequeñez.
No:
ellos creían en los hombres,
soñaban la utopía.
Decían camarada,
compañero,
paz,
humanidad,
mañana
Apenas tenían ojos para
lo pequeño,
lo abyecto,
lo mezquino.
Creían que el coraje extirparía la ruindad.
Creían que la entrega derribaría la abyección.
Creían que la grandeza aboliría la pequeñez.
Y no. No siempre.
Pero ellos lo pensaban.
Por eso creían en los hombres,
soñaban la utopía.
Creían en nosotros: en nuestra altura, en nuestro valor.
Tal vez aún creen. Tal vez aún sueñan.
Si es así
por favor no habléis,
no tosáis,
no respiréis.
No hagáis ruido. Andad de puntillas.
(No sea que los despertemos.)
Si es así
-si aún creen, si aún sueñan-,
entonces velemos, protejamos su idealismo.
Si es así,
preservemos su
sagrado
sueño.

viernes, 10 de julio de 2009

Presa fácil (un poema de Eduardo Zambrano)

Este que ahora ven
militante de corbata y saco,
líder de proyectos
y otros fantasmas del deber
en las nimias batallas de escritorio: Polvo
que también fue animal de mil lecturas
en las más largas noches del espíritu;
solitario y solidario se bebió la juventud
en esa rara mezcla de licores.
Este que ahora ven
boceto y carne de cañón entre las prisas,
contando la poesía que le queda
con los dedos; en otrora astrónomo
felizmente venido a menos
por encontrar unos ojos
(aún su más caro descubrimiento): Tiempo
que también es animal de mil venturas
en los más largos días de la carne;
presidiario y mercenario por pagar la sensatez
a un magro patrimonio de valores.
Este que ahora vende pequeña barriga y tirando a calvo
en el espejo
también es el otro, paternidad caída,
presa fácil de la locura
y la belleza.

miércoles, 8 de julio de 2009

En la víspera de no partir nunca (por Fernando Pessoa)

En la víspera de no partir nunca
al menos no hay que acomodar maletas
ni hacer planos en papel,
con acompañamiento involuntario de olvidos,
para el partir aún libre del día siguiente.
No hay que hacer nada
en la víspera de no partir nunca.
¡Gran sosiego de que ya no haya ni de qué sentir sosiego!
Gran tranquilidad la que ni sabe encoger los hombros.
Por todo esto, el haber pensado todo
es el haber llegado deliberadamente a nada.
Gran alegría de no tener necesidad de ser alegre,
como una oportunidad girada del revés.
¡Hace cuántas veces vivo
la vida vegetativa del pensamiento!
Todos los días sine linea.
Sosiego, sí, sosiego... Gran tranquilidad...
¡Qué reposo, después de tantos viajes, físicos y psíquicos!
¡Qué placer ojear hacia las maletas mirando como hacia nada!
¡Dormita, alma, dormita! ¡Aprovecha, dormita! ¡Dormita!
¡Es poco el tiempo que tienes! ¡Dormita!
¡Es la víspera de no partir nunca!






martes, 7 de julio de 2009

Adiós (por Luis Cernuda)

Muchachos
que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
adiós.
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
adiós.
Mano de viejo mancha
el cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
pasar de largo junto a la tentación tardía.
Qué dulce hubiera sido
en vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
compartir bebida y alimento en una mesa,
sonreír, conversar, pasearse
mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.
Adiós, adiós, compañeros imposibles.






Viaje (por Fernando Pessoa)

Soñar un sueño es perder otro. Entristecido
contemplo el puente pesado y en calma…
Cada sueño es un existir de otro sueño,
¡oh, alma mía, eterna desterrada en ti misma!
Siento en mi cuerpo más conscientemente
el rodar estremecido del tren. ¿Se para?...
Como con un intento intermitente
de mal rodar, se detiene. En una estación, clara
de realidad y gente y movimiento.
Miro afuera… Ceso… Me estanco en mí.
Resoplar de la máquina… Caricia del viento
por la ventana que se abre… Estoy distraído…
Parar… Seguir… Parar… Esto no tiene fin.
¡Oh el horror de la llegada! ¡Horror! ¡Oh nunca
llegar, oh hierro en trémulo seguir!
Al margen del viaje prosigue… Trunca
la realidad, pasa al lado del ir
y por el lado interior de la hora
huye, usa la eternidad, vive…
Sobrevive al momento, va.
Suavemente…, suavemente, cada vez más suave y tarda.
Entra en la estación… Rechina… Se detiene… ¡Es ahora!
Todo lo que fui en sueños, el otro-yo que tuve
resbala por mi alma… Negro declive
resbala, se hunde, se evapora para siempre
y de mi conciencia un yo que nunca obtuve
dentro en mí de mí cae.

lunes, 6 de julio de 2009






El guardián del hielo (por José Watanabe)

Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol…
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.

viernes, 3 de julio de 2009

La visita (por Vicente Gallego)

Esta tarde he escuchado
otra vez sus pisadas a mi espalda,
he notado su aliento al abrir una puerta,
y sus huellas están en mis viejos papeles.
Aunque no puedo verlo,
hace tiempo que siento su presencia inquietante
cuando me quedo solo, cuando paso las horas
encerrado entre libros y palabras.
Sus lamentos me llegan confundidos
con el viento que gira en la terraza,
y oscurece su sombra en los espejos.
Sé que tengo una deuda.
Mientras sigo escribiendo escucho un llanto.
Y no puedo pagarla.
Mientras sigo escribiendo va muriéndose el día
como una advertencia.
Sé que el plazo ha vencido.
Su tristeza es un ruido que perturba mi vida,
sus reproches se adaptan al sonido
de este vaso con hielo, y a la tarde de otoño,
y al rasgar de esta pluma en el papel
donde ensayo lamentos y disculpas.
Sé que tengo una deuda.
Sé que el alma de un muerto penará por mi culpa.
Ha llegado la noche, y a través del espejo
en que se ha convertido la ventana,
unos ojos sin vida me contemplan.
¡Si yo hubiera podido-les explico-, si yo hubiera sabido!
Y no supe pagarla.
A través del cristal unos ojos me acusan:
son los ojos de un niño que jamás me perdona
el haber confundido su futuro y sus sueños
con la vida sin sueños, con el triste futuro
de ese hombre que ahora
teme al vidrio y esquiva su mirada.

jueves, 2 de julio de 2009

Carrera (un poema de Blanca Varela)

digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.

miércoles, 1 de julio de 2009

Lo tiró todo al suelo (por Saiz de Marco)

Antes de hacer nada mal
ya había perdido
así que cogió el tablero
las fichas
el dado
el juego
la partida
se cogió a sí mismo
lo tiró todo al suelo
y mientras se rompía
mientras se hacía pedazos
sintió que estaba haciendo
un acto de justicia.