sábado, 21 de noviembre de 2009

NOS MUDAMOS

Nos mudamos. Seguimos el blog en ZUMO DE POESÍA:



zumo-de-poesia.blogspot.com

viernes, 20 de noviembre de 2009

Pero nadie me dice quién fui yo (Por Miguel Labordeta)

Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Sin ponerle nombre (por Fernando Pessoa)

Hoy me han leído a San Francisco de Asís.
Me lo leyeron y me quedé atónito.
¿Cómo puede ser que un hombre que tanto disfrutaba con las cosas
ni siquiera las mirara, no sabía qué eran?
¿Cómo podía llamar al agua mi hermana, cuando evidentemente no es mi hermana?
¿Para sentirla mejor?
La siento mucho mejor al beberla que llamándola cualquier cosa,
hermana, madre o hija.
El agua es agua y es bella sólo por eso.
Si me diera por decirle mi hermana,
al decirlo vería que no lo es
y que, siendo agua, lo mejor sería llamarle agua;
o mejor aún, no llamarle nada,
sino beberla, sentirla en nuestro pulso, mirarla
y todo esto sin ponerle nombre.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Menos tu vientre (por Miguel Hernández)

Menos tu vientre todo es confuso.
Menos tu vientre todo es futuro fugaz,
pasado baldío, turbio.
Menos tu vientre todo es oculto,
menos tu vientre todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre todo es oscuro,
menos tu vientre claro y profundo.

martes, 17 de noviembre de 2009

Patrias (por Saiz de Marco)

El sitio en que al rey mago (a un rey mago de pueblo, no al de la cabalgata suntuosa) le conté mis cinco años de vida…

El lugar donde mi padre, a falta de pañuelo, se quitó un calcetín y me limpió los mocos…

La habitación de las lecturas de verano, aquel estante de los libros redentores...

El camino de las moras (moras negras de zarza, moras blancas de árbol) y las hojas que di a los gusanos de seda…

¿qué más da en qué Estado,
en qué esquina,
en qué rincón estaban?
(forzosamente estaban en alguno)

si esos granos de tierra de la Tierra
-sean cuales sean su himno,
su bandera,
las rayas que en un mapa los encierren-,


si esas partículas de cielo y suelo
donde quiera que se hallen son
mis patrias.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Otra vez soy el tiempo que me queda (por Caballero Bonald)

Solícito el silencio se desliza por la mesa nocturna,
rebasa el irrisorio contenido del vaso.
No beberé ya más hasta tan tarde:
otra vez soy el tiempo que me queda.
Detrás de la penumbra yace un cuerpo desnudo
y hay un chorro de música hedionda
dilatando las burbujas del vidrio.
Tan distante como mi juventud
pernocta entre los muebles el amorfo,
el tenaz y oxidado material del deseo.
Qué aviso más penúltimo amagando en las puertas, los grifos, las cortinas.
Qué terror de repente de los timbres.
La botella vacía se parece a mi alma.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Ya nada ahora (por Ángel González)

Largo es el arte; la vida en cambio corta
como un cuchillo.
Pero nada ya ahora
—ni siquiera la muerte, por su parte
inmensa—
podrá evitarlo:
exento, libre,
como la niebla que al romper el día
los hondos valles del invierno exhalan,
creciente en un espacio sin fronteras,
este amor ya sin mí te amará siempre.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

El lector se convirtió en libro (por Wallace Stevens)

La casa estaba callada y el mundo estaba sereno,
el lector se convirtió en libro y noche de verano.
Era como el ser consciente del libro.
Las palabras eran habladas como si hubiera un libro,
excepto que el lector se reclinaba sobre la página,
quería reclinarse,
quería tanto ser el escolar para quien el libro es verdad,
para quien la noche de verano es como una perfección del pensamiento...
La casa estaba callada porque debía estarlo,
el silencio era parte del significado,
parte de la mente,
el acceso de perfección a la página,
y el mundo estaba sereno.
La verdad en un mundo sereno
en el que no hay otro significado.
Él mismo está sereno,
él mismo es verano y noche,
él mismo es el lector reclinado tarde y leyendo ahí.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Sin entender comprendo (por Octavio Paz)

Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Un tren que acaso vuelve (por Luis Rosales)

La tarde va a morir; en los caminos
se ciega triste o se detiene un aire
bajo y sin luz. Entre las ramas altas,
mortal, casi vibrante,
queda el último sol. La tierra huele.
Empieza a oler. Las aves
van rompiendo un espejo con su vuelo.
La sombra es el silencio de la tarde.
Te he sentido llorar: no sé a quién lloras.
Hay un humo distante,
un tren que acaso vuelve, mientras dices:
Soy tu propio dolor, déjame amarte.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Di el porqué del porqué, Dios de silencio (por Miguel de Unamuno)

¿Por qué, Señor, no te nos muestras
sin velos, sin engaños?
¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda,
duda de muerte?
¿Por qué te escondes?
¿Por qué encendiste en nuestro pecho el ansia
de conocerte,
el ansia de que existas,
para velarte así a nuestras miradas?
¿Dónde estás, mi Señor?, ¿acaso existes?
¿Eres tú creación de mi congoja,
o lo soy tuya?
¿Por qué, Señor, nos dejas
vagar sin rumbo
buscando nuestro objeto?
¿Por qué hiciste la vida?
¿Qué significa todo, qué sentido
tienen los seres?
¿Cómo del poso eterno de las lágrimas,
del mar de las angustias,
de la herencia de penas y tormentos
no has despertado?
Señor, ¿por qué no existes?
¿Dónde te escondes?
Te buscamos y te hurtas,
te llamamos y callas,
te queremos y tú, Señor, no quieres
decir: ¡vedme, mis hijos!
Una señal, Señor, una tan sólo,
una que acabe
con todos los ateos de la tierra;
una que dé sentido a esta sombría vida que arrastramos.
¿Qué hay más allá, Señor, de nuestra vida?
Si tú, Señor, existes,
di por qué y para qué, di tu sentido,
di por qué todo.
¿No pudo bien no haber habido nada,
ni tú, ni mundo?
Di el porqué del porqué, Dios de silencio.
Dinos “yo soy”, Señor, que te lo oigamos,
sin velo de misterio,
sin enigma ninguno.
Razón del universo, ¿dónde habitas?
¿Por qué sufrimos?
¿Por qué nacemos?
Erramos sin ventura,
sin sosiego y sin norte,
perdidos en un nudo de tinieblas,
con los pies destrozados,
manando sangre,
desfallecido el pecho
y en él el corazón pidiendo muerte.
Ve, ya no puedo más, Señor,
de aquí no sigo,
aquí me quedo,
yo ya no puedo más, ¡oh Dios sin nombre!
Ya no te busco,
ya no puedo moverme, estoy rendido;
aquí, Señor, te espero,
aquí te aguardo,
en el umbral, tendido, de la puerta
cerrada con tu llave.
Yo te llamé, grité, lloré afligido,
te di mil voces;
llamé y no abriste,
no abriste a mi agonía;
aquí, Señor, me quedo, sentado en el umbral como un mendigo
que aguarda una limosna;
aquí te aguardo.
Tú me abrirás la puerta cuando muera,
la puerta de la muerte,
y entonces la verdad veré de lleno,
sabré si tú eres
o dormiré en la tumba.

viernes, 6 de noviembre de 2009

La carga (por Manuel de Cabral)

Mi cuerpo estaba allí..., nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir..., le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos
la razón me lo ensucia y lo adorable...
Y quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Me voy a quedar aquí (por Charles Bukowski)

Sin mucha elección
y casi sin quererlo,
él era un joven
a bordo de un autobús
que cruzaba Carolina del Norte
rumbo a
algún lugar
y empezó a nevar
y el autobús paró
en un café
sobre las colinas y
los pasajeros
entraron.
Él se sentó en el mostrador
con los demás,
pidió y le
trajeron su comida,
que estaba particularmente buena,
lo mismo que el café.
La camarera no era
como las mujeres que él
había conocido.
No se hacía la interesante,
un humor natural emanaba
de ella.
El cocinero decía
cosas locas.
El lavacopas,
atrás,
se reía
con una risa
limpia
y placentera.
El joven miraba
la nieve a través de las
ventanas.
Quería quedarse
en ese café
para siempre.
Un curioso sentimiento
lo inundó:
que todo
era
bello
ahí,
que todo permanecería
siempre bello
ahí.
Entonces el chófer
indicó a los pasajeros
que ya era tiempo de irse.
El joven
pensó, me voy a quedar
aquí, me voy a quedar aquí.
Pero
se levantó y siguió a
los otros hasta
el autobús.
Encontró su asiento
y miró el café
por la ventanilla.
El autobús arrancó,
dobló una curva,
y fue camino abajo,
alejándose de las colinas.
El joven
miraba
hacia adelante.
Los otros pasajeros
charlaban
de otras cosas,
leían
o
intentaban
dormir.
No se habían dado cuenta
de la magia.
El joven
puso su cabeza
contra el asiento,
cerró los ojos,
fingió
dormir.
Nada quedaba,
sólo escuchar el
sonido
del motor,
el sonido de las
ruedas
en la nieve.

martes, 3 de noviembre de 2009

Todo es ajeno y no habla nuestro idioma (por Fernando Pessoa)

Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
dondequiera que estemos.
Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
dondequiera que habitemos. Todo es ajeno
y no habla nuestro idioma.
Hagamos de nosotros el retiro
donde escondernos, temerosos del insulto
del bullicio del mundo.
¿Qué quiere el amor más que no ser de los otros?
Como un secreto dicho en los misterios,
sea sagrado por nuestro.

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Podéis seguir amándome? (por Saiz de Marco)

Los que me amasteis y ya no estáis vivos,
¿podéis
desde la ultramuerte

contemplarme?
Y si es así,
¿seguís amándome,
podéis seguir amándome,
ahora que me veis también
por dentro?