martes, 21 de julio de 2009

Aprovechar el tiempo (por Fernando Pessoa)

¡Aprovechar el tiempo!
¿Pero qué es el tiempo, para que yo lo aproveche?
¡Aprovechar el tiempo!
Ningún día sin línea…
El trabajo honesto es superior…
El trabajo a lo Virgilio, a lo Milton…
¡Pero es tan difícil ser honesto o superior!
¡Es tan poco probable ser Milton o Virgilio!
¡Aprovechar el tiempo!

Sacar del alma los fragmentos precisos — ni más ni menos —
para con ellos juntar los cubos ajustados
que hacen grabados justos en la historia
(Y están justos también del lado de abajo que no se ve)…
Poner las sensaciones en un castillo de naipes, pobre China de los serenos,
y los pensamientos en dominó, igual contra igual,
y la voluntad en carambola difícil.
Imágenes de juegos o de paciencias o de pasatiempos
—imágenes de la vida, imágenes de las vidas-.
Imágenes de la Vida. Verbalismo…Sí, verbalismo…
¡Aprovechar el tiempo!
No tener un minuto que el examen de la consciencia desconozca…
No tener un acto indefinido ni ficticio…
No tener un movimiento disconforme con los propósitos…

Buenas maneras del alma…
Elegancia de persistir…
¡Aprovechar el tiempo!

Mi corazón está cansado como mendigo verdadero.
Mi cerebro está listo como un fardo puesto de canto.
Mi canto (¡verbalismo!) está tal como está y es triste.
¡Aprovechar el tiempo!
Desde que empecé a escribir pasaron cinco minutos.
¿Los aproveché o no?
¡Si no sé si los aproveché, ¿qué sabré de otros minutos?!
(Pasajera que viajaras tantas veces en el mismo compartimiento conmigo

en el convoy suburbano,
¿llegaste a interesarte por mí?
¿Aproveché el tiempo mirándote?
¿Cuál fue el ritmo de nuestro sosiego en el convoy andante?
¿Cuál fue el entendimiento que no llegamos a tener?
¿Cuál fue la vida que hubo en esto? ¿Qué fue esto en la vida?)
¡Aprovechar el tiempo!

¡Ah, déjenme no aprovechar nada!
¡Ni tiempo, ni ser, ni recuerdos de tiempo o de ser!…
Déjenme ser una hoja de árbol, temblando por la brisa,
la polvareda de un camino involuntario y solo,
el surco dejado en los caminos por las ruedas mientras no vienen otras,
la peonza del niño, que va a parar,
y oscila, en el mismo movimiento que el del alma,
y cae, como caen los dioses, en el suelo del destino.

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