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Alguien me ha habladode una isla desierta y yo le he dicho:¿pero existe una isla desierta?Claro que en el mundo existenmuchas islas desiertas, es decir,espacios rodeados de almaspor todas partes que son las aguas,aunque desierto e isla son términosimposibles, sobre todo si se piensaque el amor no tiene refugiomás que en lo hondo de cada uno,que es lo que le dije cuando me dijoaquello de la isla desierta.Y es sabido que cada unolleva dentro su isla desiertay cuando llegas a verla, no está,y te encuentras que la llevas contigodonde vayas, esa isla desiertaque somos cada uno de nosotros,rodeada de nosotros por todas partes,de manera que no hay manera de llegar.
Si un amigo vive en otra ciudad y se te muere,
poco importa.
Puedes suponer que sigue lejos, ausente,
que se fue de viaje,
que aún te quiere a pesar de que no escribe
y de que no volvió a llamar.
Pero que sigue trabajando y te recuerda.
Los conocidos lo darán por muerto
pero nunca tendrán un cadáver que sirva como prueba.
Los amigos se extinguen, desaparecen, vuelan. Son eternos.
La escalera por la que andan los hombres está llena depeldaños partidos.La escalera por la que andan los hombres tiene hendidurasabiertas por flechas.Tiene agujeroscon forma de bala.Cuando ya han subidoalgunos escalones,se desploma el sueloy tienen que empezar.A algunos se les vio por la escalerachocando unos con otros,al mismo tiempo subiendo y bajando.Hay escalones curvados que acabanmás abajo de donde partían.Hay escalones escurridizosen los que es fácil resbalar.Hay escalones que ceden al pesode los hombres que por ellos ascienden.Los hombres recomponen la escaleray más tarde ellos mismos la deshacen.La escalera que pisan los hombresse parece a aquel sendero plano quea lo lejosse funde en la niebla.Un millón de años llevan transitándolay aún estánen los primeros escalonessubiendo torpemente,tambaleándose,haciendo equilibrios para no caerse.
Comienza a haber medianoche, a haber sosiego
en cada parte de las cosas superpuestas,
los varios pisos que acumulan vida.
Han acallado el piano del tercero...
Ya no oigo los pasos del segundo...
En el entresuelo la radio está en silencio...
Todo va a dormir.
Me quedo a solas conmigo y con el universo entero.
No quiero asomarme a la ventana:
Si mirara, ¡cuántas estrellas!
¡Qué grandes silencios mayores en lo alto!
¡Qué anticiudadano cielo!
Prefiero, recluido
en el deseo de no ser recluso,
escuchar, anhelante, los ruidos de la calle...
un automóvil -¡demasiado deprisa!-.
Los dobles pasos, dialogando, me hablan…
El ruido del portal que cierran bruscamente duele …
Todo va a dormir...
Sólo yo velo, somnoliento, escuchando,
esperando,
algo antes de dormir...
Algo.
Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguasy siempre se repitieran los mismos pueblos, las mismas ventas,los mismos rebaños, las mismas recuas.Qué pena si esta vida tuviera -esta vida nuestra-mil años de existencia.¿Quién la haría hasta el fin llevadera?¿Quién la soportaría toda sin protesta?¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierraal ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?Los mismos hombres, las mismas guerras,los mismos tiranos, las mismas cadenas,los mismos farsantes, las mismas sectasy los mismos poetas.Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera.
Moriré de un cáncer en la columna vertebralSucederá en una noche horribleClara, caliente, perfumada y sensualMoriré por emponzoñamientoDe ciertas células poco conocidasMoriré por una pierna arrancadaPor una rata gigante salida de un agujero giganteMoriré de cien heridasPorque el cielo caerá sobre míY se romperá igual que un vidrioMoriré a causa de un gritoQue hará estallar mis tímpanosMoriré por magullamientoApaleado a las dos de la madrugadaPor matones calvos, indecisosMoriré sin darme cuentaQue muero yo moriréEnterrado bajo las ruinas secasDe mil metros de algodón hundidoMoriré ahogado en aceite sucioPisoteado por bestias indiferentesY, poco después, por bestias diferentesMoriré desnudo, o vestido de tela rojaO metido en un saco lleno de hojas de afeitarMoriré quizá sin haberme puestoBarniz en las uñas de los dedos de los piesY con las manos llenas de lágrimasY con las manos llenas de lágrimasMoriré cuando me despeguenLos párpados bajo un sol rabiosoCuando lentamente se me diganA la oreja maldades torcidasMoriré de ver torturar a niñosY a hombres asombrados y pálidosMoriré roído vivoPor los gusanos, moriré con lasManos atadas bajo una cascadaMoriré ardiendo en un incendio tristeMoriré un poco, muchoSin pasión, pero con interésY luego, cuando todo haya terminadoMoriré
Has vistoverdaderamente has vistola nieve los astros los pasos afelpados de la brisaHas tocadode verdad has tocadoel plato el pan la cara de esa mujer que tanto amásHas vividocomo un golpe en la frenteel instante el jadeo la caída la fugaHas sabidocon cada poro de la piel sabidoque tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazónhabía que tirarloshabía que llorarloshabía que inventarlos otra vez
A mano amada,cuando la noche imponesu costumbre de insomnioy conviertecada minuto en el aniversariode todos los sucesos de una vida;allí, en la esquina más negra deldesamparo, dondeel nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde, otrosapoyan en mi espaldael alma blanca de un lejano sueño,y con voz inaudible,con implacables labios silenciosos,¡el olvido o la vida!,me reclaman.
Reconozco los rostros.No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para very sientoque me apuñalan fría,justamente,con ese hierro viejo: la memoria.
Al fin de todo, dormir.¿Al fin de qué?Al fin de todo lo que parece sereste pequeño universo provinciano entre los astros,esta aldehuela del espacio,no sólo del espacio visible, sino del espacio total.Al fin de todo, dormir.
El olvido no es que algo se borre en la memoria,el olvido te ocupa todo el tiempo, a la hora del trabajo o del aseo, cuando comes o rezas no te olvidas de olvidar.Nadie repite, no hay regresos, lo sabemos, pero no descanso de olvidarte,me gasto cada noche entera contigo, olvidándote. Tú bien lejos y yo aquí contigo.Te expulso de mí, te exorcizo, te llamo a cada segundo para que salgas de mi alma, para que tu fantasma no me anule.Ah, nuestros momentos de dicha quedan demasiado lejos y ya no me justifican los insomnios de este olvido minucioso.Se me va un día entero olvidando cada minuto de nosotros.
Si esa visible parte de los placeres de la vida,si los límites de nuestro tembloroso ser fueran vistosa través de un insignificante reflejo y una visión carnal,gozo, carne y vida podrían probarse, pero están ocultos.Por desgracia la verdad no puede ser vista.La apariencia aun como apariencia miente.Por desgracia nuestra cerrada, oscura, vaga y tibia miradaes la obstruida visión de unos ojos cubiertos.¿De dónde proviene, en qué se convierteel sentido de la vida? En nada.Todo es: o el mundo irracional que vemoso alguna insignificante cosa cuyo desconocido ser se pudre.La noción de mi mente ha sido suprimida.Un dolor por vivir semejante al lamento, más allá del cuerpo.Aversión en el alma por lo que perseguimos y lo que lloramos.
En el lado de adentro del bullicioso caféinclinado sobre la mesa, está sentado un anciano:con un diario delante, sin compañía.Y en el desmedro de la aciaga vejezpiensa qué poco gozó los añosen que tenía fuerza, y palabra, y apostura.Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.Y sin embargo el tiempo en que era joven parececomo ayer. Qué breve espacio, qué breve espacio.Y medita cómo le engañó la Prudencia;y cómo siempre confió en ella, ¡qué locura!-la mentirosa que decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".Recuerda los ímpetus que contenía; y cuántaalegría sacrificada. Cada ocasión perdidase burla ahora de su necia prudencia....Pero de tanto pensar y recordarun vértigo le invade. Y se queda dormidoapoyado en la mesa del café.
Ebriamente perdidosdesnortadosmarchábamos en medio de la nieblade una niebla tupidacasi opacacomo dos sonámbulos que caminan sin saber por dónde vanni a dóndeEra una extraña brumaa ratos agriaa ratos sin sabory a ratos dulce(de un dulzor que apetecía tragarcomo aquellos algodones de azúcar que de niños comíamos en la feria)Era una niebla blanda y respirableera nuestro envoltorionuestro hábitatNo deseábamos que ningún sol viniera a levantar esa espesuraPero no hizo falta: bastó tu ausencia para que ellaa la vezse disiparaAhora comprendo que sin ti no quiere seguir humedeciendo los caminosSe despejó la niebla yal marcharseel horizonte se volvió aún más gris
Hay un himno en la noche más oscuraque no todos consiguen entender;pero no hay que entenderlo: el himno suena.Hay un himno en el grito, en el dolor;sus desgarradas notasse escuchan en el baile de los huesos,en el pico del buitre y en las vigasdel hogar destruido.
Hay un canto sutil en la barbarie,un salvaje concierto en la agonía,un compás obstinado en el terror.Hay un coro triunfalque no apaga la muerte, porque siguen cantandoen él las voces secas de los muertos.Hay un himno en la vida que es la vida,su terca pervivencia más allá de nosotros,el desolado acorde estremecidode un cielo imperturbable que contemplala sucesión precisa de la fiesta y el luto.
Hay un himno en el caos, y hay despuésese salmo que clama por el mundodesde el alma arrasada de nuestro mundo exhausto.No es sencillo entenderlo: el himno suenasin contar con nosotros, en el centro sin luzdel extraño destino de la carne.
Dichoso el que en su noche,rodeado de frío y de tinieblas,cierra con fe los ojos y es capaz de escucharlo.
El invierno pronuncia tu otro nombrey comienza el deshielo.Aventuras el miedo, tienes frío,atraviesas los primeros abrazos,reconoces la cuesta, los rostros y la curva,traduces la inscripción,resuelves el enigma de la piel y,liberando la tela metálica de la serpienteque oscurece la transparencia de tu infancia,el paisaje recobra su dimensión real:dueño de tu mirada te ciega los sentidosy te ofrece el amargo sabor de la maleza,desde su oscuridad sonoracrecen voces que suben hasta el valle iluminado.Huye y mírate en el frío tabique del lago,recuerda su perfil,apriétate el cilicio del deseo,enséñale la llave al vigilante,no olvides la consigna,vuelve a casa y lávate las manos.Bien tú sabes que has de volver mañana.
Un hombre trabajado por el tiempo,un hombre que ni siquiera espera la muerte(las pruebas de la muerte son estadísticasy nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal),un hombre que ha aprendido a agradecerlas modestas limosnas de los días:el sueño, la rutina, el sabor del agua,una no sospechada etimología,un verso latino o sajón,la memoria de una mujer que lo ha abandonadohace ya tantos años que hoy puede recordarla sin amargura,un hombre que no ignora que el presenteya es el porvenir y el olvido,un hombre que ha sido deslealy con el que fueron desleales,puede sentir de pronto, al cruzar la calle,una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanzasino de una antigua inocencia,de su propia raíz o de un dios disperso.Sabe que no debe mirarla de cerca,porque hay razones más terribles que tigresque le demostrarán su obligación de ser un desdichado,pero humildemente recibe esa felicidad, esa ráfaga.Quizá en la muerte para siempre seremos,cuando el polvo sea polvo,esa indescifrable raíz, de la cual para siempre crecerá,ecuánime o atroz,nuestro solitario cielo o infierno.
Si todo nuestro esfuerzocayera en saco roto,tendremos la memoria de intentarlo llenar.Malvendimos afanes,derrochamos ahíncos,despilfarramos ímpetus...pero peor habría sido dejar que se pudrieran.Sí, mucho peor habría sidoenmohecernos con ellos.
Los ojos de mi amada no parecen dos soles
y el coral es más rojo que el rojo de sus labios.
La nieve sí que es blanca, y no sus senos.
Si el cabello estuviera hecho de alambres, los de ella serían negros.
He visto rosas rojas, blancas y adamascadas,
pero nunca las encuentro en sus mejillas.
Y en algunos perfumes existe más deleite
que en aquel dulce aliento que emana de mi amada.
Amo escuchar su voz y aun así entiendo
que la música tiene un sonido más grato.
No he visto caminar por la tierra a una diosa
pero al andar mi amada va pisando la tierra.
Y sin embargo pienso que mi amor vale más
que todas esas metáforas falsas.
Qué extraño es de repente todo estocuando te pasa a ti: que se arruine la carne,que el entusiasmo falle, esos dos baluartesque jamás se rindieron, ni siquieracuando todo tembló en algún momento.La realidad te alcanza, y el mundo te pareceun chicle masticado que molestaretener en la boca sin sabor. Vas llegandodonde jamás pensaste que llegaras,porque no piensa el joven seriamente—y ése ha sido el regalo más grande de la vida—que su destino sea el deterioro.Es vulgar esta historia como aquellasque leías distante en los versos ajenos:otro hombre comprende que ha gastadopara siempre la parte más hermosay también la más breve de su tiempo.Es vulgar esta historia,y al mundo no le importa.Lo que tiene de nuevo es que por finese hombre eres tú.
Escribamos, hablemos o seamos vistos,nunca aparentamos lo que somospues no puede transformarse en palabras o comportamiento.Nuestra alma permanece infinitamente lejos de nosotrospor mucho que pongamos voluntad en nuestros pensamientospara llenarla con la habilidad de mostrarse.Nuestros corazones permanecen incomunicables.En lo que nos mostramos, somos ignorados.El abismo que existe entre dos almas no puede ser salvadopor ninguna habilidad del pensamiento o truco visible.En nuestro mismo ser estamos separadoscuando querríamos expresarnos a nuestro pensamiento.Por momentos somos sueños de nosotros mismosy cada uno es sueño de los sueños ajenos.
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?
Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.
Merma, voraz, las garras del león;
haz que la tierra acabe con sus brotes;
arranca, Tiempo, al tigre sus colmillos;
quema en su sangre al fénix milenario.
Trae estaciones tristes o gozosas
y aquello, Tiempo alado, que prefieras
sobre este mundo de dulzuras breves.
Pero un crimen atroz quiero prohibirte:
no cinceles la frente de mi amada
ni con tu vieja pluma la dibujes;
permite que tu curso no lo dañe,
espejo perdurable de hermosura.
O ensáñate si quieres, Tiempo anciano:
mi amor será en mi verso siempre joven.
Esta tarde me aburrocomo un guardagujasen una vía muerta, y el verano pareceel inútil sofoco de una dama anticuada.Por buscarle a este tiempo alguna luzhe pensado en los días de otro agostoque en la memoria brillan como un faro:ese agosto en que un niño fue feliz.O lo imagina al menos este hombreque es ahora aquel niño,porque ha comprendido que esa luzno le llega de entonces, y que es el recuerdoquien la pone en escena cuando los años pasan.Mi memoria se esfuerzapor volver a aquel tiempo y serle fiel,y esa misma película, que hace sólo un segundorebosaba de brillo y de color,ahora pasa en mi mente con la escasay temblorosa luz con la que fue rodada:En un pueblo pequeño, bajo el cieloinexplicable y alto de los viejos veranos,unos niños se aburren: ese mundo,con horarios de vuelta y prohibiciones,les parece pequeño. Para matar las horasse esconden de sus padres, fuman, dicenque fumar a escondidas ya les cansa,que están hartos del pueblo, de sus padres,de esperar que la vida, la verdadera vida,comience.Sí, en aquellas escenastodo fue en blanco y negro, y es ahora el recuerdo—experto en adornar viejas películas—el que al darles color y darles brillome devuelve tan bellas sus imágenes.La experiencia me enseña que estas tardes de tedio,cuando olvide sus sombrasatrapado en las sombras de otras tardestodavía más negras, quedarán registradascomo un tiempo de luz en mi recuerdo,y sabrán consolarme en las horas oscuras.Debe haber cierta luz en las tardes de ahora,la experiencia lo enseña.Lo que no nos enseña la maldita experienciaes en dónde se esconde, de qué modo gozarla en el presente,ni por qué cruel torpeza cualquier tiempo que luegobrillará como un sol en la memoriatenemos que vivirlo a la luz de una vela.
A veces tengo ganas de ser cursipara decir: La amo a usted con locura.A veces tengo ganas de ser tontopara gritar: ¡La quiero tanto!A veces tengo ganas de ser niñopara llorar acurrucado en su seno.A veces tengo ganas de estar muertopara sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos,que me crece una flor, rompiéndome el pechouna flor y decir: Esta florpara usted.