miércoles, 30 de septiembre de 2009

De una isla desierta (por Muñoz Rojas)

Alguien me ha hablado
de una isla desierta y yo le he dicho:
¿pero existe una isla desierta?
Claro que en el mundo existen
muchas islas desiertas, es decir,
espacios rodeados de almas
por todas partes que son las aguas,
aunque desierto e isla son términos
imposibles, sobre todo si se piensa
que el amor no tiene refugio
más que en lo hondo de cada uno,
que es lo que le dije cuando me dijo
aquello de la isla desierta.
Y es sabido que cada uno
lleva dentro su isla desierta
y cuando llegas a verla, no está,
y te encuentras que la llevas contigo
donde vayas, esa isla desierta
que somos cada uno de nosotros,
rodeada de nosotros por todas partes,
de manera que no hay manera de llegar.

martes, 29 de septiembre de 2009

Puedes suponer que sigue (por Darío Jaramillo)

Si un amigo vive en otra ciudad y se te muere,
poco importa.
Puedes suponer que sigue lejos, ausente,
que se fue de viaje,
que aún te quiere a pesar de que no escribe
y de que no volvió a llamar.
Pero que sigue trabajando y te recuerda.
Los conocidos lo darán por muerto
pero nunca tendrán un cadáver que sirva como prueba.
Los amigos se extinguen, desaparecen, vuelan. Son eternos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Peldaños (por Saiz de Marco)

La escalera por la que andan los hombres está llena de
peldaños partidos.
La escalera por la que andan los hombres tiene hendiduras
abiertas por flechas.
Tiene agujeros
con forma de bala.
Cuando ya han subido
algunos escalones,
se desploma el suelo
y tienen que empezar.
A algunos se les vio por la escalera
chocando unos con otros,
al mismo tiempo subiendo y bajando.
Hay escalones curvados que acaban
más abajo de donde partían.
Hay escalones escurridizos
en los que es fácil resbalar.
Hay escalones que ceden al peso
de los hombres que por ellos ascienden.
Los hombres recomponen la escalera
y más tarde ellos mismos la deshacen.
La escalera que pisan los hombres
se parece a aquel sendero plano que
a lo lejos
se funde en la niebla.
Un millón de años llevan transitándola
y aún están
en los primeros escalones
subiendo torpemente,
tambaleándose,
haciendo equilibrios para no caerse.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Todo va a dormir (por Fernando Pessoa)

Comienza a haber medianoche, a haber sosiego
en cada parte de las cosas superpuestas,
los varios pisos que acumulan vida.
Han acallado el piano del tercero...
Ya no oigo los pasos del segundo...
En el entresuelo la radio está en silencio...

Todo va a dormir.

Me quedo a solas conmigo y con el universo entero.
No quiero asomarme a la ventana:
Si mirara, ¡cuántas estrellas!
¡Qué grandes silencios mayores en lo alto!
¡Qué anticiudadano cielo!
Prefiero, recluido
en el deseo de no ser recluso,
escuchar, anhelante, los ruidos de la calle...
un automóvil -¡demasiado deprisa!-.
Los dobles pasos, dialogando, me hablan…
El ruido del portal que cierran bruscamente duele …

Todo va a dormir...

Sólo yo velo, somnoliento, escuchando,
esperando,
algo antes de dormir...
Algo.

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Quién soportaría? (por León Felipe)

Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas.
Qué pena si esta vida tuviera -esta vida nuestra-
mil años de existencia.
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
y los mismos poetas.
Qué pena, que sea así todo siempre,
siempre de la misma manera.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Moriré (por Boris Vian)

Moriré de un cáncer en la columna vertebral
Sucederá en una noche horrible
Clara, caliente, perfumada y sensual
Moriré por emponzoñamiento
De ciertas células poco conocidas
Moriré por una pierna arrancada
Por una rata gigante salida de un agujero gigante
Moriré de cien heridas
Porque el cielo caerá sobre mí
Y se romperá igual que un vidrio
Moriré a causa de un grito
Que hará estallar mis tímpanos
Moriré por magullamiento
Apaleado a las dos de la madrugada
Por matones calvos, indecisos
Moriré sin darme cuenta
Que muero yo moriré
Enterrado bajo las ruinas secas
De mil metros de algodón hundido
Moriré ahogado en aceite sucio
Pisoteado por bestias indiferentes
Y, poco después, por bestias diferentes
Moriré desnudo, o vestido de tela roja
O metido en un saco lleno de hojas de afeitar
Moriré quizá sin haberme puesto
Barniz en las uñas de los dedos de los pies
Y con las manos llenas de lágrimas
Y con las manos llenas de lágrimas
Moriré cuando me despeguen
Los párpados bajo un sol rabioso
Cuando lentamente se me digan
A la oreja maldades torcidas
Moriré de ver torturar a niños
Y a hombres asombrados y pálidos
Moriré roído vivo
Por los gusanos, moriré con las
Manos atadas bajo una cascada
Moriré ardiendo en un incendio triste
Moriré un poco, mucho
Sin pasión, pero con interés
Y luego, cuando todo haya terminado
Moriré

martes, 22 de septiembre de 2009

Has vivido (por Julio Cortázar)

Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez

lunes, 21 de septiembre de 2009

A mano amada (por Ángel González)

A mano amada,
cuando la noche impone
su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;
allí, en la esquina más negra del
desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde, otros

apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.
Reconozco los rostros.

No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver

y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo: la memoria.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Al fin de todo (por Fernando Pessoa)

Al fin de todo, dormir.
¿Al fin de qué?
Al fin de todo lo que parece ser
este pequeño universo provinciano entre los astros,
esta aldehuela del espacio,
no sólo del espacio visible, sino del espacio total.
Al fin de todo, dormir.

viernes, 18 de septiembre de 2009

El olvido (por Darío Jaramillo)

El olvido no es que algo se borre en la memoria,
el olvido te ocupa todo el tiempo, a la hora del trabajo o del aseo, cuando comes o rezas no te olvidas de olvidar.
Nadie repite, no hay regresos, lo sabemos, pero no descanso de olvidarte,
me gasto cada noche entera contigo, olvidándote. Tú bien lejos y yo aquí contigo.
Te expulso de mí, te exorcizo, te llamo a cada segundo para que salgas de mi alma, para que tu fantasma no me anule.
Ah, nuestros momentos de dicha quedan demasiado lejos y ya no me justifican los insomnios de este olvido minucioso.
Se me va un día entero olvidando cada minuto de nosotros.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Si esa visible parte (por Fernando Pessoa)

Si esa visible parte de los placeres de la vida,
si los límites de nuestro tembloroso ser fueran vistos
a través de un insignificante reflejo y una visión carnal,
gozo, carne y vida podrían probarse, pero están ocultos.
Por desgracia la verdad no puede ser vista.
La apariencia aun como apariencia miente.
Por desgracia nuestra cerrada, oscura, vaga y tibia mirada
es la obstruida visión de unos ojos cubiertos.
¿De dónde proviene, en qué se convierte
el sentido de la vida? En nada.
Todo es: o el mundo irracional que vemos
o alguna insignificante cosa cuyo desconocido ser se pudre.
La noción de mi mente ha sido suprimida.
Un dolor por vivir semejante al lamento, más allá del cuerpo.
Aversión en el alma por lo que perseguimos y lo que lloramos.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Un anciano (por Konstantinos Kavafis)

En el lado de adentro del bullicioso café
inclinado sobre la mesa, está sentado un anciano:
con un diario delante, sin compañía.
Y en el desmedro de la aciaga vejez
piensa qué poco gozó los años
en que tenía fuerza, y palabra, y apostura.
Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y sin embargo el tiempo en que era joven parece
como ayer. Qué breve espacio, qué breve espacio.
Y medita cómo le engañó la Prudencia;
y cómo siempre confió en ella, ¡qué locura!-
la mentirosa que decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".
Recuerda los ímpetus que contenía; y cuánta
alegría sacrificada. Cada ocasión perdida
se burla ahora de su necia prudencia.
...Pero de tanto pensar y recordar
un vértigo le invade. Y se queda dormido
apoyado en la mesa del café.

martes, 15 de septiembre de 2009

La niebla (por Saiz de Marco)

Ebriamente perdidos
desnortados
marchábamos en medio de la niebla
de una niebla tupida
casi opaca
como dos sonámbulos que caminan sin saber por dónde van
ni a dónde

Era una extraña bruma
a ratos agria
a ratos sin sabor
y a ratos dulce
(de un dulzor que apetecía tragar
como aquellos algodones de azúcar que de niños comíamos en la feria)

Era una niebla blanda y respirable
era nuestro envoltorio
nuestro hábitat

No deseábamos que ningún sol viniera a levantar esa espesura

Pero no hizo falta: bastó tu ausencia para que ella
a la vez
se disipara

Ahora comprendo que sin ti no quiere seguir humedeciendo los caminos

Se despejó la niebla y
al marcharse
el horizonte se volvió aún más gris

lunes, 14 de septiembre de 2009

Hay un himno (por Vicente Gallego)

Hay un himno en la noche más oscura
que no todos consiguen entender;
pero no hay que entenderlo: el himno suena.
Hay un himno en el grito, en el dolor;
sus desgarradas notas
se escuchan en el baile de los huesos,
en el pico del buitre y en las vigas
del hogar destruido.
Hay un canto sutil en la barbarie,

un salvaje concierto en la agonía,
un compás obstinado en el terror.
Hay un coro triunfal
que no apaga la muerte, porque siguen cantando
en él las voces secas de los muertos.
Hay un himno en la vida que es la vida,
su terca pervivencia más allá de nosotros,
el desolado acorde estremecido
de un cielo imperturbable que contempla
la sucesión precisa de la fiesta y el luto.
Hay un himno en el caos, y hay después

ese salmo que clama por el mundo
desde el alma arrasada de nuestro mundo exhausto.
No es sencillo entenderlo: el himno suena
sin contar con nosotros, en el centro sin luz
del extraño destino de la carne.
Dichoso el que en su noche,

rodeado de frío y de tinieblas,
cierra con fe los ojos y es capaz de escucharlo.


viernes, 11 de septiembre de 2009

Tentaciones (por Hilario Barrero)

El invierno pronuncia tu otro nombre
y comienza el deshielo.
Aventuras el miedo, tienes frío,
atraviesas los primeros abrazos,
reconoces la cuesta, los rostros y la curva,
traduces la inscripción,
resuelves el enigma de la piel y,
liberando la tela metálica de la serpiente
que oscurece la transparencia de tu infancia,
el paisaje recobra su dimensión real:
dueño de tu mirada te ciega los sentidos
y te ofrece el amargo sabor de la maleza,
desde su oscuridad sonora
crecen voces que suben hasta el valle iluminado.
Huye y mírate en el frío tabique del lago,
recuerda su perfil,
apriétate el cilicio del deseo,
enséñale la llave al vigilante,
no olvides la consigna,
vuelve a casa y lávate las manos.
Bien tú sabes que has de volver mañana.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Un hombre trabajado por el tiempo (por Jorge Luis Borges)

Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.
Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación de ser un desdichado,
pero humildemente recibe esa felicidad, esa ráfaga.
Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

En saco roto (por Saiz de Marco)

Si todo nuestro esfuerzo
cayera en saco roto,
tendremos la memoria de intentarlo llenar.

Malvendimos afanes,
derrochamos ahíncos,
despilfarramos ímpetus...
pero peor habría sido dejar que se pudrieran.

Sí, mucho peor habría sido
enmohecernos con ellos.

martes, 8 de septiembre de 2009

Va pisando la tierra (por William Shakespeare)

Los ojos de mi amada no parecen dos soles
y el coral es más rojo que el rojo de sus labios.
La nieve sí que es blanca, y no sus senos.
Si el cabello estuviera hecho de alambres, los de ella serían negros.
He visto rosas rojas, blancas y adamascadas,
pero nunca las encuentro en sus mejillas.
Y en algunos perfumes existe más deleite
que en aquel dulce aliento que emana de mi amada.
Amo escuchar su voz y aun así entiendo
que la música tiene un sonido más grato.
No he visto caminar por la tierra a una diosa
pero al andar mi amada va pisando la tierra.
Y sin embargo pienso que mi amor vale más
que todas esas metáforas falsas.


Qué extraño (por Vicente Gallego)

Qué extraño es de repente todo esto
cuando te pasa a ti: que se arruine la carne,
que el entusiasmo falle, esos dos baluartes
que jamás se rindieron, ni siquiera
cuando todo tembló en algún momento.
La realidad te alcanza, y el mundo te parece
un chicle masticado que molesta
retener en la boca sin sabor. Vas llegando
donde jamás pensaste que llegaras,
porque no piensa el joven seriamente
—y ése ha sido el regalo más grande de la vida—
que su destino sea el deterioro.
Es vulgar esta historia como aquellas
que leías distante en los versos ajenos:
otro hombre comprende que ha gastado
para siempre la parte más hermosa
y también la más breve de su tiempo.
Es vulgar esta historia,
y al mundo no le importa.
Lo que tiene de nuevo es que por fin
ese hombre eres tú.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Nuestra alma está lejos de nosotros (por Fernando Pessoa)

Escribamos, hablemos o seamos vistos,
nunca aparentamos lo que somos
pues no puede transformarse en palabras o comportamiento.
Nuestra alma permanece infinitamente lejos de nosotros
por mucho que pongamos voluntad en nuestros pensamientos
para llenarla con la habilidad de mostrarse.
Nuestros corazones permanecen incomunicables.
En lo que nos mostramos, somos ignorados.
El abismo que existe entre dos almas no puede ser salvado
por ninguna habilidad del pensamiento o truco visible.
En nuestro mismo ser estamos separados
cuando querríamos expresarnos a nuestro pensamiento.
Por momentos somos sueños de nosotros mismos
y cada uno es sueño de los sueños ajenos.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Límites (por Juan Gelman)

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?
Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Tiempo devorador ("Devouring time"), por William Shakespeare

Merma, voraz, las garras del león;
haz que la tierra acabe con sus brotes;
arranca, Tiempo, al tigre sus colmillos;
quema en su sangre al fénix milenario.
Trae estaciones tristes o gozosas
y aquello, Tiempo alado, que prefieras
sobre este mundo de dulzuras breves.
Pero un crimen atroz quiero prohibirte:
no cinceles la frente de mi amada
ni con tu vieja pluma la dibujes;
permite que tu curso no lo dañe,
espejo perdurable de hermosura.
O ensáñate si quieres, Tiempo anciano:
mi amor será en mi verso siempre joven.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La perspectiva miente (por Vicente Gallego)

Esta tarde me aburro
como un guardagujas
en una vía muerta, y el verano parece
el inútil sofoco de una dama anticuada.
Por buscarle a este tiempo alguna luz
he pensado en los días de otro agosto
que en la memoria brillan como un faro:
ese agosto en que un niño fue feliz.
O lo imagina al menos este hombre
que es ahora aquel niño,
porque ha comprendido que esa luz
no le llega de entonces, y que es el recuerdo
quien la pone en escena cuando los años pasan.
Mi memoria se esfuerza
por volver a aquel tiempo y serle fiel,
y esa misma película, que hace sólo un segundo
rebosaba de brillo y de color,
ahora pasa en mi mente con la escasa
y temblorosa luz con la que fue rodada:

En un pueblo pequeño, bajo el cielo
inexplicable y alto de los viejos veranos,
unos niños se aburren: ese mundo,
con horarios de vuelta y prohibiciones,
les parece pequeño. Para matar las horas
se esconden de sus padres, fuman, dicen
que fumar a escondidas ya les cansa,
que están hartos del pueblo, de sus padres,
de esperar que la vida, la verdadera vida,
comience.

Sí, en aquellas escenas
todo fue en blanco y negro, y es ahora el recuerdo
—experto en adornar viejas películas—
el que al darles color y darles brillo
me devuelve tan bellas sus imágenes.
La experiencia me enseña que estas tardes de tedio,
cuando olvide sus sombras
atrapado en las sombras de otras tardes
todavía más negras, quedarán registradas
como un tiempo de luz en mi recuerdo,
y sabrán consolarme en las horas oscuras.
Debe haber cierta luz en las tardes de ahora,
la experiencia lo enseña.
Lo que no nos enseña la maldita experiencia
es en dónde se esconde, de qué modo gozarla en el presente,
ni por qué cruel torpeza cualquier tiempo que luego
brillará como un sol en la memoria
tenemos que vivirlo a la luz de una vela.

martes, 1 de septiembre de 2009

A veces (por Nicolás Guillén)

A veces tengo ganas de ser cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor, rompiéndome el pecho
una flor y decir: Esta flor
para usted.