martes, 15 de septiembre de 2009

La niebla (por Saiz de Marco)

Ebriamente perdidos
desnortados
marchábamos en medio de la niebla
de una niebla tupida
casi opaca
como dos sonámbulos que caminan sin saber por dónde van
ni a dónde

Era una extraña bruma
a ratos agria
a ratos sin sabor
y a ratos dulce
(de un dulzor que apetecía tragar
como aquellos algodones de azúcar que de niños comíamos en la feria)

Era una niebla blanda y respirable
era nuestro envoltorio
nuestro hábitat

No deseábamos que ningún sol viniera a levantar esa espesura

Pero no hizo falta: bastó tu ausencia para que ella
a la vez
se disipara

Ahora comprendo que sin ti no quiere seguir humedeciendo los caminos

Se despejó la niebla y
al marcharse
el horizonte se volvió aún más gris

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