Hay un himno en la noche más oscura
que no todos consiguen entender;
pero no hay que entenderlo: el himno suena.
Hay un himno en el grito, en el dolor;
sus desgarradas notas
se escuchan en el baile de los huesos,
en el pico del buitre y en las vigas
del hogar destruido.
Hay un canto sutil en la barbarie,
un salvaje concierto en la agonía,
un compás obstinado en el terror.
Hay un coro triunfal
que no apaga la muerte, porque siguen cantando
en él las voces secas de los muertos.
Hay un himno en la vida que es la vida,
su terca pervivencia más allá de nosotros,
el desolado acorde estremecido
de un cielo imperturbable que contempla
la sucesión precisa de la fiesta y el luto.
Hay un himno en el caos, y hay después
ese salmo que clama por el mundo
desde el alma arrasada de nuestro mundo exhausto.
No es sencillo entenderlo: el himno suena
sin contar con nosotros, en el centro sin luz
del extraño destino de la carne.
Dichoso el que en su noche,
rodeado de frío y de tinieblas,
cierra con fe los ojos y es capaz de escucharlo.
¿Hubo una frase
que se irguiese del sitio
donde fue puesta?
...
¿Algún escrito
se puso de pie para
cambiar el mundo?
...
¿Dónde se han visto
palabras ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario