lunes, 21 de septiembre de 2009

A mano amada (por Ángel González)

A mano amada,
cuando la noche impone
su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;
allí, en la esquina más negra del
desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde, otros

apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.
Reconozco los rostros.

No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver

y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo: la memoria.

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