martes, 25 de agosto de 2009

Para saberme (por Carmen González)

Para saberme
era preciso que supiera
las líneas de mi rostro contra el de otros,
que toda identidad me fuera conferida por contraste,
que supiera qué soy
sólo a cambio de ver y de aprender
todo lo que no soy,
lo que nunca seré,
las rutas y las caras del ser
que me son más ajenas,
la nulidad que otro existir me ha conferido.
De este modo, no soy
o sólo soy, más bien,
todo lo que tú mismo
desechas y no eres.
Para existir
he tenido que ser el otro
el que no eres:
Tu sombra más querida,
la que más íntima
y opuestamente te refleja
hasta complementarte
pero, al cabo,
nada más que una sombra...
Reducida al desierto,
a la profunda oscuridad sin nombre,
al reducto del miedo,
a la noche, al silencio,
a los más lóbregos ámbitos
donde la luz de lo viril no llega.
No soy por lo que soy,
sino por lo que tú no eres. Pero ahora
que pretendo por fin
definirme y nombrar
la realidad entera bajo mis propios términos
me encuentro con que saqueaste para ti
todo el oro sonoro de la voz,
el acervo frutal de los idiomas,
la virtud del lenguaje.
No sé pensar más que con tus conceptos.
Me enajenaste el mundo y con él
te llevaste la voz
que hasta había aprendido
la suavidad de las canciones.
Como el salvaje de la tempestad,
aprendí tu lenguaje para odiarte,
para insultar en ti mi mudez, tu avaricia,
la lascivia que tú saciaste en mí
porque me hizo necesaria.
Hoy tejo con mi aliento
una nueva palabra que no sea
nudo, lazo, cuerda de horca, hoguera,
cadena, yugo, afrenta,
servilismo cerril, ceguera, miedo...
Una nueva palabra
para nombrar el mundo
que veo con mis ojos
y que, algún día,
consiga que tú y yo
podamos dirigirnos uno al otro
sin sumisión, ni odio,
sin miedo, con la firme
franqueza con que se hablan los iguales.
Y el lenguaje
no sea ya
arma de guerra, insulto,
ni balanza parcial a tu favor
en el comercio que habremos de tener
para que el mundo
sea un sitio plural,
abierto, hermano,
más cálido y feliz
para nosotros.


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