martes, 9 de diciembre de 2008

Entre dos oscuridades, un relámpago (por Vicente Aleixandre)

Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos oscuridades, un relámpago.
Y alli, en la súbita iluminación, un gesto, un único gesto,
una mueca más bien, iluminada por una luz de estertor.
Pero no nos engañemos, no nos crezcamos.
Con humildad, con tristeza, con aceptación, con ternura,
acojamos esto que llega. La conciencia súbita de una compañia,
allí en el desierto.
Bajo una gran luna colgada que dura lo que la vida,
el instante de darse cuenta entre dos infinitas oscuridades,
miremos este rostro triste que alza hacia nosotros
sus grandes ojos humanos,
y que tiene miedo, y que nos ama.
Y pongamos los labios sobre la tibia frente y rodeemos
con nuestros brazos el cuerpo débil, y temblemos,
temblemos sobre la vasta llanura sin término donde sólo brilla
la luna del estertor.
Como en una tienda de campaña
que el viento furioso muerde,
viento que viene de las hondas profundidades de un caos,
aquí la pareja humana, tú y yo, amada,
sentimos las arenas largas que nos esperan.
No acaban nunca, ¿ verdad ? En una larga noche, sin saberlo,
las hemos recorrido;
quizá juntos, oh, no, quizá solos, seguramente solos,
con un invisible rostro cansado desde el origen
las hemos recorrido.
Y después, cuando esta súbita luna colgada bajo la que nos hemos reconocido
se apague,
echaremos de nuevo a andar. No sé si solos, no sé si
acompañados.
No sé si por estas mismas arenas que en una noche hacia atrás
de nuevo recorreremos.
Pero ahora la luna colgada, la luna como estrangulada,
un momento brilla.
Y te miro. Y déjame que te reconozca.
A ti, mi compañia, mi sola seguridad,
mi reposo instantáneo,
mi reconocimiento expreso donde yo me siento
y me soy.
Y déjame poner mis labios sobre tu frente tibia
- oh, cómo la siento -.
Y un momento dormir sobre tu pecho
como tú sobre el mío,
mientras la instantánea luna larga nos mira
y con piadosa luz nos cierra los ojos.

No hay comentarios: