martes, 3 de marzo de 2009

El pánico (un poema de Chantal Maillard)

El cansancio. La sed. El pánico.
Dentro. Fuera no se mueve.
Dentro, pánico. Humedad que traspasa la casa-huesos.
Entonces voy donde hay muchos. Como si algo fuese
cierto. Como si algo cambiase y por
eso fuese cierto. Entre todos. Entre muchos.
Cierto porque se mueve.Como si hubiese meta. Si no se
alcanza no importa. Mejor no alcanzar.
Como si. Para que sea cierto -¿cierto?-.
La hora estimada. La hora de llegada estimada.
Como si algo ocurriese. Por el movimiento.
Por el nombre que cambia. El del lugar. El de los ojos, no.
Los ojos siguen fijos en el rostro. El rostro que no veo.
Siguen mirando fuera. Yo nunca veo la
mirada de mis ojos mirando fuera.
El movimiento atrapando la
atención. Reteniéndola. Guiándola.
Llaman historia a ese movimiento
que retiene la atención. Cuando no
hay movimiento fuera, la historia
ocurre dentro. Pueden haber muchas
historias a partir de un solo
movimiento. Entre todas forman una
situación. La situación es un nudo, a
veces una madeja, pero siempre es
un nudo. Algunos nudos retienen el
pánico. Se produce en el silencio,
antes del movimiento, y
también después.
El pánico es un furor detenido.
En un principio fue el pánico. Tuvo que serlo.
Luego, el furor fue las formas, ésas que el
movimiento produce en razón de sus
detenciones, de sus sacudidas.
Cuando el espacio entre las sacudidas se prolonga,
decimos que alguien ha muerto.
Entonces vuelve el pánico o, mejor dicho, se abre.
Se abre el pánico y el furor se detiene.
Suele ocurrir también que alguien,
en el movimiento aún sostenido,
caiga en la abertura del pánico. Es
por efecto del vértigo
que arrastra como un esfínter los bordes de la abertura.
Su tiempo, entonces, queda detenido. En el pánico.
Por eso hago como si algo ocurriese.
Ocurre al menos la historia como si algo ocurriese.
Un movimiento, una vez más. Tal vez sirva.
Para que haya historia y me la crea.
Lo justo para poder caer más adelante.

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