domingo, 8 de noviembre de 2009

Un tren que acaso vuelve (por Luis Rosales)

La tarde va a morir; en los caminos
se ciega triste o se detiene un aire
bajo y sin luz. Entre las ramas altas,
mortal, casi vibrante,
queda el último sol. La tierra huele.
Empieza a oler. Las aves
van rompiendo un espejo con su vuelo.
La sombra es el silencio de la tarde.
Te he sentido llorar: no sé a quién lloras.
Hay un humo distante,
un tren que acaso vuelve, mientras dices:
Soy tu propio dolor, déjame amarte.

No hay comentarios: